La Chabola Errante
Radio de autor desde los bajos fondos de la isla de hormigón
lunes, 28 de enero de 2013
El amor romántico desde una perspectiva Kuir
domingo, 16 de diciembre de 2012
¿Por qué las ideas dominantes no son las ideas de los dominantes?
Os ofrecemos un breve texto de Slavoj Žižek en el que contradice el principio marxista de que la ideología dominante es la de la clase dominante.
Extraído del libro "En defensa de la intolerancia", publicado en España por la editorial Sequitur en 2012.
Extraído del libro "En defensa de la intolerancia", publicado en España por la editorial Sequitur en 2012.
Cualquier universalidad que pretenda
ser hegemónica debe incorporar al menos dos componentes específicos:
el contenido popular "auténtico" y la "deformación"
que del mismo producen las relaciones de dominación y explotación.
Sin duda, la ideología fascista "manipula" el auténtico
anhelo popular de un retorno a la comunidad verdadera y a la
solidaridad social, frente a las desbocadas competición y
explotación; sin duda "distorsiona" la expresión de ese
anhelo con el propósito de legitimar y preservar las relaciones
sociales de dominación y explotación. Sin embargo, para poder
alcanzar ese objetivo, debe incorporar en su discurso ese anhelo
popular auténtico. La hegemonía ideológica, así, no es tanto el
que un contenido particular venga a colmar el vacío universal, como
que la forma misma de la universalidad ideológica recoja el
conflicto entre (al menos) dos contenidos particulares: el "popular",
que expresa los anhelos íntimos de la mayoría dominada, y el
específico, que expresa los intereses de las fuerzas dominantes.
Cabe recordar aquí esa distinción
propuesta por Freud entre el pensamiento onírico latente y el deseo
inconsciente expresado en el sueño. No son lo mismo, porque el deseo
inconsciente se articula, se inscribe, a través de la "elaboración",
de la traducción del pensamiento onírico latente en el texto
explícito del sueño. Así, de modo parecido, no hay nada "fascista"
("reaccionario", etc.) en el "pensamiento onírico
latente" de la ideología fascista (la aspiración a una
comunidad auténtica, a la solidaridad social y demás); lo que
confiere un carácter propiamente fascista a la ideología fascista
es el modo en que ese "pensamiento onírico latente" es
transformado/elaborado, a través del trabajo onírico-ideológico,
en un texto ideológico explícito que sigue legitimando las
relaciones sociales de explotación y de dominación. Y, ¿no cabe
decir lo mismo del actual populismo de derechas? ¿No se apresuran en
exceso los críticos liberales cuando despachan los valores a los que
se remite el populismo, tachándolos de intrínsecamente
"fundamentalistas" y "protofascistas"?
La no-ideología (aquello que Frederic
Jameson llama el "momento utópico" presente incluso en la
ideología más atroz) es por tanto absolutamente indispensable; en
cierto sentido, la ideología no es otra cosa que la forma aparente
de la no-ideología, su deformación o desplazamiento formal. Tomemos
un ejemplo extremo, el antisemitismo de los nazis: ¿no se basaba
acaso en la nostalgia utópica de la auténtica vida comunitaria, en
el rechazo plenamente justificable de la irracionalidad de la
explotación capitalista, etc.?
Lo que aquí sostengo es que constituye
un error, tanto teórico como político, condenar ese anhelo por la
comunidad verdadera tildándolo de "protofascista",
acusándolo de "fantasía totalitaria", es decir,
identificando las raíces del fascismo con esas aspiraciones (error
en el que suele incurrir la crítica liberal-individualista contra el
fascismo): ese anhelo debe entenderse desde su naturaleza
no-ideológica y utópica. Y lo que lo convierte en ideológico es su
articulación, la manera en que la aspiración es instrumentalizada
para conferir legitimación a una idea muy específica de la
explotación capitalista (aquella que la atribuye a la influencia
judía, al predominio del capital financiero sobre el capital
"productivo" que, supuestamente, favorece la "colaboración"
armónica de los trabajadores...) y de los medios para ponerle fin
(desembarazándose de los judíos, obviamente).
Para que una ideología se imponga
resulta decisiva la tensión, en el interior mismo de su contenido
específico, entre los temas y motivos de los "oprimidos" y
los de los "opresores". Las ideas dominantes no son NUNCA
directamente las ideas de la clase dominante. Tomemos un ejemplo
quizás más claro: el Cristianismo, ¿cómo llegó a convertirse en
la ideología dominante? Incorporando una serie de motivos y
aspiraciones de los oprimidos (la Verdad está con los que sufren y
los humillados, el poder corrompe...) para re-articularlos de modo
que fueran compatibles con las relaciones de poder existentes. Lo
mismo hizo el fascismo. La contradicción ideológica de fondo del
fascismo es la que existe entre su organicismo y su mecanicismo:
entre la visión orgánica y estetizante del cuerpo social y la
extrema "tecnologización", movilización, destrucción
disolución de los últimos vestigios de las comunidades "orgánicas"
(familias, universidades, tradiciones locales de autogobierno) en
cuanto "microprácticas" reales del ejercicio del poder. En
el fascismo, la ideología estetizante, corporativa y organicista
viene a ser la forma misma con la que se reviste la inaudita
movilización tecnológica de la sociedad, que trunca los vínculos
"orgánicos"...
Si tenemos presente esta paradoja,
podremos evitar esa trampa del liberalismo multiculturalista que
consiste en condenar como "protofascista" cualquier idea de
retorno a vínculos orgánicos (étnicos o de otro tipo). Lo que
caracteriza al fascismo es más bien una combinación específica de
corporativismo organicista y de pulsión hacia una modernización
desenfrenada. Dicho de otro modo: en todo verdadero fascismo
encontramos indefectiblemente elementos que nos hacen decir: "Esto
no es puro fascismo: aún hay elementos ambivalentes propios de las
tradiciones de la izquierda o del liberalismo". Esta remoción,
este distanciarse del fantasma del fascismo "puro", es el
fascismo tout court. En su
ideología y en su praxis, el "fascismo" no es sino un
determinado principio formal de deformación del antagonismo social,
una determinada lógica de desplazamiento mediante disociación y
condensación de comportamientos contradictorios.
La
misma deformación se percibe hoy en la única clase que, en su
autopercepción "subjetiva", se concibe y representa
explícitamente como tal: es la recurrente "clase media",
precisamente esa "no-clase" de los estratos intermedios de
la sociedad; aquéllos que presumen de laboriosos y que se
identifican no sólo por su respeto a sólidos principios morales y
religiosos, sino por diferenciarse de , y oponerse a, los dos
"extremos" del espacio social: las grandes corporaciones,
sin patria ni raíces, de un lado, y los excluídos y empobrecidos
inmigrantes y habitantes de los guetos, por otro.
La
"clase media" basa su identidad en el rechazo a estos dos
extremos que, al contraponerse directamente, representarían el
"antagonismo de clase" en su forma pura. La falsedad
constitutiva de esta idea de la "clase media" es por tanto
semejante a aquella de la justa línea de Partido que el estalinismo
trazaba entre las "desviaciones de izquierda" y las
"desviaciones de derecha": la "clase media", en
su existencia "real", es la falsedad encarnada ,
el rechazo del antagonismo. En términos psicoanalíticos, es un
fetiche: la imposible
intersección de la derecha y de la izquierda que, al rechazar los
dos polos del antagonismo, en cuanto posiciones "extremas"
y antisociales (empresas multinacionales e inmigrantes intrusos) que
perturban la salud del cuerpo social, se autopresenta como el terreno
común y neutral de la Sociedad. La izquierda se suele lamentar del
hecho de que la línea de demarcación de la lucha de clases haya
quedado desdibujada, desplazada, falsificada, especialmente, por
parte del populismo de derecha, que dice hablar en nombre del pueblo
cuando en realidad promueve los intereses del poder. Este continuo
desplazamiento, esta continua "falsificación" de la línea
de división (entre las clases), sin embargo, ES la "lucha de
clases": una sociedad clasista en la que la percepción
ideológica de la división de clases fuese pura y directa, sería
una estructura armónica y sin lucha; por decirlo con Laclau: el
antagonismo de clase estaría completamente simbolizado, no sería
imposible/real, sino simplemente un rasgo estructural de
diferenciación.
lunes, 3 de diciembre de 2012
Propaganda fascista en Madrid
Durante la guerra civil española,
Madrid se convirtió en símbolo internacional de resistencia contra
el fascismo. El lema "No pasarán!" dio la vuelta al
mundo.
Desde la sublevación militar del 18 de
julio de 1936, y su fracaso en la ciudad de Madrid, su toma se
convirtió en objetivo prioritario para los golpistas por su altísimo
poder estratégico y simbólico.
Comenzó un duro acoso a la capital,
primero desde el norte (general Mola), y más tarde también desde el
sur y el este (generales Varela y Yagüe).
Por más que lo intentaban, los
continuos embites de las tropas sublevadas eran repelidos por las
columnas republicanas con el apoyo de las brigadas internacionales y
el armamento soviético.
A pesar de los continuos bombardeos que
sufrío la capital, y de los estragos ocasionados por los bombarderos
Junker nazis (y protegidos por los Fiat enviados por la Italia
fascista de Mussolini), el frente se estabilizó y el bando nacional
comenzó un duro asedio que no terminó hasta la rendición de Madrid
el 28 de marzo de 1939.
Hoy, 73 años después podemos decir
que pasaron. ...Y vaya si pasaron.
Desde la llegada de la democracia, las
fuerzas vivas del movimiento, los nostálgicos fascistas y los
autoproclamados patriotas han
visto su actividad política y social reducida a un papel residual,
repudiados oficialmente por los partidos democráticos
e ignorados por la inmensa mayoría de la sociedad española.
La actitud de
algunos partidos políticos (como el PP) a los
que se acusa de actuar cínicamente respecto a la falange y otras organizaciones de la extrema derecha (repudiándoles en
público pero reconociéndoles en privado) es la de beneficiarse de la
existencia de una extrema derecha radical que amplía el espectro
político por ese lado, colocándoles a ojos de la opinión pública
en posiciones moderadas y centristas. Además en la práctica quienes profesan ideas
ultraderechistas consideran más útil dar su voto al PP.
En los
últimos meses, y con la excusa del repunte dramático de la crisis
económica, estoy asistiendo perplejo a la impunidad con la que se
desenvuelven dichos grupos radicales en Madrid. Con eslóganes tan
simplistas como populistas, acusan a los inmigrantes y a los
separatistas vascos y
catalanes de la penosa situación en la que nos encontramos.
No dudan en
empapelar Madrid con carteles y pegatinas que bajo el eslogan de
Vuelva General, exponen el busto del dictador Franco. Convocan
manifestaciones bajo el lema "El problema es la democracia",
incluyen símbolos inconstitucionales como el águila de San Juan o
el yugo y las flechas falangistas. No tienen inconveniente en
convocar actos de homenaje al dictador Francisco Franco sin que las
autoridades democráticas tomen cartas en el asunto (hay que decir
que gracias a la presión popular han tenido que suspender algunos
actos de este tipo), y convocar manifestaciones y actos contra la
constitución.
Mientras
las leyes reprimen duramente la apología del terrorismo, y detienen
e ilegalizan a organizaciones y personas bajo tal acusación
(http://www.publico.es/culturas/399868/detenido-el-rapero-pablo-hasel-por-presunta-apologia-del-terrorismo),
y grupos musicales y artistas son vetados por similares acusaciones,
las organizaciones fascistas y neonazis pueden inundar Madrid con su
propaganda sin sufrir sanción alguna.
Siendo malpensado
podría llegar a la conclusión de que el gobierno del PP hace la
vista gorda porque en el fondo no están en desacuerdo con ellos.
También podemos darle la vuelta al razonamiento y pensar que les
ignoran para no darles publicidad.
A mí personalmente
lo que más me sorprende e indigna es descubrir que el tablón de
anuncios predilecto para su propaganda son los escaparates de las
entidades bancarias. Si nos damos un paseo por casi cualquier barrio
de Madrid podemos encontrar los cristales de todos los bancos
atiborrados de carteles y pegatinas, que pasan allí días e incluso
semanas sin que sean retirados.
Cualquier
ciudadano que alguna vez en su vida haya salido a hacer una pegada de
carteles por las calles se ha dado cuenta de que no duran más de
unas horas. Ya sea por medio del servicio municipal de limpieza o las
contratas de limpieza privadas de las entidades financieras, los
carteles políticos no resisten más de un día o dos. En cambio, los
carteles y pegatinas como los expuestos en las fotografías, pasan
semanas pegados en los escaparates antes de ser arrancados (a menudo
por los propios ciudadanos).
Y yo me pregunto.
¿Será que los bancos al reducir gastos ya no pueden permitirse el servicio de limpieza?
Más bien me veo
inclinado a pensar que hoy, como ayer, los bancos se sienten más
seguro bajo un régimen autoritario de extrema derecha, que ante una
democracia que pueda sancionar sus desmanes (que es lo que piden los movimientos sociales).
La
banca española e internacional apoyó el ascenso de las dictaduras
en España, Italia, Alemania, etc. En España el banquero Joan March
fue uno de los principales patrocinadores del golpe y quien pagó el
alquiler del avión Dragon Rapide que trasladó a Franco desde las
islas Canarias hasta el norte de África para reunirse con sus
ejércitos.
La dejación de
funciones por parte de la justicia y el gobierno, sumada a la
complicidad de la banca, puede dar lugar a situaciones poco
deseables.
Aunque
aparentemente el peligro de éstos extremistas es bajo, en épocas de
crisis una parte de la pobación más castigada (proveniente en parte
de los estratos económico-sociales y culturales bajos) puede verse
seducida por el simplismo fascista. Necesitamos chivos expiatorios, y
ellos nos ofrecen a los inmigrantes y separatistas en bandeja
de plata.
Vemos
cómo en Grecia el partido neonazi Amanecer Dorado sería la tercera
fuerza política según los sondeos. Vemos cómo en Francia el Frente
Popular de Marine Le Pen consiguió el 18% de los votos en las
últimas elecciones, el partido Jobbik logró un importante apoyo en
Hungría, el afianzamiento de la ultraderecha en Polonia y el
crecimiento en países como Suecia, Suiza y Noruega.
En
España los partidos de extrema derecha, como España 2000,
Democracia Nacional, Falange (en sus diferentes vertientes) o el MSR,
consiguen muy pocos votos. Sólo Plataforma per Catalunya ha logrado
éxito electoral al situarse como sexta fuerza política en Cataluña. Eso sucede porque hasta ahora el voto derechista va a parar al PP, pero... ¿Qué pasará cuando los obreros de derechas se harten de las mentiras del partido de la gaviota?
En
momentos de crisis la ciudadanía deja de confiar en los partidos
tradicionales y tiende a inclinarse hacia opciones más radicales. Lo
natural sería que se inclinasen hacia la izquierda, como de hecho
ocurre; pero también pueden hacerlo hacia la derecha debido a que
sus discursos populistas pueden llegar a convencer a quienes no
disponen de formación e información suficiente.
Las fotos que adjunto fueron tomadas durante un breve paseo por el barrio de Salamanca. Supongo que es donde más concentración hay, ya que entiendo que a las juventudes patrióticas les da pereza alejarse mucho de casa.
jueves, 15 de noviembre de 2012
El mito de los mercados
Durante siglos los seres humanos trataron de explicar los fenómenos de la naturaleza (que observaban y sufrían pero no comprendían) desde un punto de vista mítico. Inventaban historias que daban un sentido a su mundo y les ayudaban a vivir conforme a él. Así, los relatos mitológicos describían a una serie de dioses que encarnaban el poder de esas fuerzas implacables que marcaban sus vidas. Ellos eran los causantes de que lloviera o no, de las grandes tormentas, innundaciones, terremotos, sequías, buenas cosechas, fertilidad, plagas, enfermedades, victorias o derrotas en la guerra...
Ante esas
fuerzas, los seres humanos se sentían impotentes. No podían tratar
de oponerse a ellas y trataban de ganarse el favor de los dioses para
ser favorecidos por ellos en la vida y en la guerra. Para
congraciarse construían templos, ofrecían regalos y sacrificios y
les honraban. Nunca sabían a ciencia cierta si sus ofrendas
aplacarían la ira divina, ya que su voluntad es caprichosa e
incomprensible para la razón humana.
Si
sobrevenía alguna desgracia natural, mala cosecha o se perdía en la
guerra, no podían sino culparse a sí mismos. No habían honrado lo
suficiente a los dioses o se habían quedado cortos en los
sacrificios. Tal vez descuidaron en su conducta los preceptos
sagrados. Habían molestado a las fuerzas sobrehumanas y tendrían
que resignarse al castigo. Los dioses no eran buenos ni malos, justos
ni injustos. Sólo dioses.
En cada comunidad
existía una o varias personas a quienes se presuponía la capacidad
de entrar en comunicación con los dioses, con las fuerzas de la
naturaleza. El resto de habitantes no eran capaces de entender por
qué se producían los fenómenos naturales ni qué debían hacer
para evitarlos. Necesitaban ponerse en manos de aquellos que sí
entendían. Una élite de expertos que interpretaban las señales,
recibían consignas y las transmitían al resto. Cuando un sacerdote
o chamán hacía saber al resto cuál era la voluntad de las
divinidades y lo que había que hacer para satisfacerle o aplacar su
ira, el resto de ciudadanos, asustados ante el peligro de no ser
suficientemente solícitos, obedecían a pies juntillas. Luchar
contra los dioses era imposible, y sólo les quedaba estar a bien con
ellos, al precio que fuera. Si los dioses pedían a tu hija en
sacrificio, a menudo era más un honor que una pena. Las leyes
divinas se convertían automáticamente en leyes políticas, de
obligado cumplimiento.
En esas sociedades
arcaicas, el poder religioso y el político eran una sola cosa, y se
encarnaba en los sacerdotes, chamanes o jefes de la tribu. Éstos,
representando la voluntad de los dioses, eran considerados en sí
mismos entidades sagradas, y su poder emanaba de las fuerzas
sobrenaturales. Quien se enfrentara a esos jefes se enfrentaba
también a los dioses y recibiría todo el peso de su cólera.
Hace ya siglos que
el pensamiento mítico fue superado en los países occidentales. La
ciencia comenzó a dar respuestas que contradecían los relatos
míticos. Se descubrieron las leyes naturales y el por qué de las
cosas. Así la humanidad podría liberarse del yugo mítico, del
fatalismo.
Se crearon los
estados nacionales y progresívamente fueron haciéndose laicos,
separando el poder político del poder religioso. Los dioses fueron
desenmascarados por la ciencia, hasta el punto de que Nietzsche dijo
su célebre frase: Dios ha muerto. Fue una creación humana y
los mismos hombres lo matamos al dejar de creer en Él.
...Pero desde hace
unas cuantas décadas, desde mediados del siglo XX, se está
producendo el camino inverso.
Efectivamente los avances científicos y tecnológicos nos han
permitido dominar la naturaleza. Podemos saber con suficiente
antelación cuándo va a producirse una erupción volcánica, o un
terremoto o un huracán. Podemos modificar el ADN y pedir niños "a
la carta". Los habitantes del mundo industrializado hemos
llegado a un punto de separación de la naturaleza en el que desde
que nacemos, prácticamente todo lo que nos rodea es artificial;
creado o modificado por la mano del hombre.
Si las sociedades
antiguas, como los indígenas americanos, vivían en perfecta
conexión con la naturaleza, sintiéndose un único ser, nosotros
prácticamente no tenemos nada que ver con ella. Nos separamos de
ella, la miramos como ajena a nosotros y nos proponemos dominarla y
ponerla a nuestro servicio. El hombre se enfrenta así a sus viejos
dioses, y aparentemente vence.
Hasta no hace
tanto tiempo la organización de la vida social se hacía conforme a
la naturaleza. El ritmo de la vida lo marcaban las estaciones del año
y las cosechas. En torno a ellas se hacían las festividades y su
ritmo dependía también del clima. La alimentación también
dependía de lo que la tierra daba en cada época del año, etc.
Hoy en día
nuestro calendario nada tiene que ver con eso, y las festividades que
se mantienen responden más a un sentido folclórico, tradicional o
religioso (no olvidemos que la iglesia católoca adoptó y
cristianizó muchas festividades ancestrales paganas que respondían
al ritmo de la naturaleza y no a Dios). Ya casi nadie sabe dónde
está el origen de cada festividad, y los gobiernos no dudan en
cambiarlas y redistribuirlas en el calendario laboral para sí
optimizar la producción.
Ya no sabemos qué
productos son de temporada, ni falta que hace. Los invernaderos y la
importación permite que siempre tengamos de todo aquello que nos
apetezca comer.
Si antes se vivía
conforme al orden natural, ahora la cultura (tal vez habría que
decir la hipertrofia de la cultura) convierte casi todas las
relaciones humanas en algo artificial y desnaturalizado.
Podría pensarse
que la racionalidad de nuestras sociedades nos libera del mito, nos
hace más conscientes y de esa manera nos permite progresar. Nada más
lejos de la realidad.
Si
antiguamente lo que resultaba inasequible para el entendimiento
humano eran los asuntos divinos y las leyes de la naturaleza, hoy en
día lo que resulta inasequible para la mayoría de ciudadanos
occidentales es la propia cultura y sociedad en la que vivimos. Y,
dado que nuestras sociedades son artificiales, la cultura y las
instituciones tienen para nosotros la importancia y los efectos que
para nuestros antepasados tenía la naturaleza. Las instituciones y
sistemas creados por el hombre pueden tener la fuerza devastadora de
tsunamis y volcanes. Aunque a diferencia de los sucesos naturales,
que son ajenos a nuestra voluntad, los sucesos artificiales son creaciones nuestras y podemos modificarlas. La política, la economía, relaciones internacionales, ciencia,
tecnología, derecho... Son materias tan complejas que no están al
alcance del entendimiento de la mayoría de la población.
Se ha creado una
nueva teología, como ya se viene diciendo desde hace tiempo, en la
que se reproducen las instituciones míticas pero con un cambio
fundamental. Donde antes estaba el olimpo de los dioses, ahora está
el mercado capitalista. Donde antes estaban Zeus, Ares, Poseidón,
Odín o Thor, ahora están Goldsman & Saachs, Standard &
Poor´s, Moodie´s, Botín, Amancio, Deutsche Bank, etc.
Al igual que la
naturaleza encarnada en las divinidades tiene sus propias leyes
inquebrantables, también el mercado capitalista tiene las suyas.
Las leyes del
capitalismo son: propiedad privada, acumulación y crecimiento
constante. Los mercados, con su poder absoluto y sobrenatural,
funcionan para y por estos tres elementos. Los mercados tienen un
poder absoluto, no rinden cuentas ante nadie más que sí mismos (la
asamblea de los dioses olímpicos), y utilizan todo su poder para
influír en el mundo real y garantizar que se cumplen las tres reglas
sagradas. El crecimiento económico es un fin en sí mismo. Igual que
si no se piensa en los dioses éstos desaparecen, si el capitalismo
no crece, muere.
Entonces, los
mercados, cegados en la búsqueda de la acumulación y el
crecimiento, desencadenan unas situaciones catastróficas para
millones de personas. Como podía hacer una hambruna hace mil años,
la especulación de los mercados con los alimentos puede matar a
cientos de miles de personas. Si hace mil años la peste negra
eliminó a un tercio de la población europea, la segunda guerra
mundial tuvo un efecto similar. Si un incendio puede provocar la
destrucción de bosques enteros, ahora la devastación del planeta la
lleva a cabo el mercado.
Y tal como Dios
destruyó Sodoma y Gomorra por desviarse de las normas divinas, así
los mercados han arrasado multitud de ciudades y países por
empeñarse en ser díscolos. Podemos hablar de Nicaragua, Chile,
Irak, Cuba...
Si la unión del
poder político y religioso podía dar lugar a tiranías "legítimas",
de la misma manera la unión entre el poder político y el mercado
legitima ante mucha gente el poder despótico del partido en el
gobierno. - Tomamos éstas decisiones porque son las últimas
posibles. Nosotros y nuestros expertos (que tenemos línea directa
con los mercados cuando entramos en trance durante nuestros bailes
ceremoniales puestos de peyote hasta las cejas) conocemos las medidas
necesarias para calmar a los mercados, darles certidumbres y así
poder seguir creciendo.Sabemos que hay a quienes no les gustan.
Sabemos que pueden ser la mayoría de la población, pero no tenemos
más remedio que ignorarles, porque ellos no saben, no comprenden que
éste es el único camino posible-.
Las fuerzas
de los mercados, como las de los dioses, son sobrenaturales. Los
humanos no debemos ni siquiera soñar con desafiarlas, puesto que
moriremos o padeceremos mil penurias en el intento. Así, las fuerzas
de los mercados son consideradas en la nueva mitología un poder
omnipotente. Los ciudadanos de a pie nos encontramos bajo sus
designios, sufrimos sus crisis y sus guerras, pero se nos dice que es
imposible enfrentarse a ellos. Ni siquiera los poderosos estados
nacionales osan contradecir a esas nuevas y artificiales divinidades,
que de vez en cuando expresan sus voluntades y designios diréctamente
a través de sus oráculos; el FMI, BCE y BM.
Además el
concepto de justicia o injusticia no es aplicable a los mercados.
¿Alguien puede osar a juzgar la legitimidad de Zeus y no ser un
loco? Los dioses, y también los mercados, hacen lo que hacen
obedeciendo a sus propias leyes. actúan como actúan y así ha de
ser. No tiene sentido hacerles responsables o culpabilizarles por el
mal que provocan. Si los humanos no hubiesemos pecado o faltado, no
sufriríamos el castigo.
Como si de
chamanes o sumos sacerdotes se tratara, en nuestra sociedad podemos
encontrar una élite de expertos que tienen la capacidad de
comunicarse con los mercados, recibir sus demandas y transmitirselas
al resto de mortales. Los demás no entendemos los procesos que nos
llevan y nos traen, pero nos fiamos de los economistas, tecnócratas
y políticos que nos dicen. -Ésto es lo que los mercados piden.
Carne humana. Tenemos que darsela y confiar que así se
tranquilicen-. Nadie sabe a ciencia cierta si se conseguirá, ya
que los mercados, como los dioses, son impredecibles. Hoy pueden
querer la privatización de la sanidad española y mañana ya no ser
suficiente. Pero el mensaje es ese; no tenemos otro camino más que
obedecer a sus leyes y tratar de ganarnos su favor, con el
convencimiento de que si les honramos como quieren y obedecemos a sus
designios, nos permitirán llevar una vida tranquila y feliz, llena
de satisfacciones. Pero si nos enfrentamos a ellos... Caerá sobre
nosotros su cólera.
Y qué es lo que,
a grandes rasgos, piden los mercados? Propiedad privada, acumulación
y crecimiento. Pues eso es lo que tenemos que darles. Si los altos
salarios, servicios públicos, legislación laboral y medioambiental,
impuestos a las empresas y persecución del fraude a gran escala,
frenan el crecimiento... Se prescinde de ellos y punto.
Así, toda la
estructura social, desde las leyes, economía, policía, educación,
familias, estado, ciencia... Deben estar orientadas a garantizar el
crecimiento y no entorpecer ni la propiedad privada ni la
acumulación.
Es cierto que eso
tiene unas consecuencias colaterales. Si se crece mucho pero se
acumula cada vez más significa que la riqueza se reparte menos y que
progresivamente hay gente a la que toca una parte pequeña, muy
pequeña o nula (más de mil millones de personas viven con menos de
un dólar diario). Conlleva también que los recursos naturales y
humanos que podrían utilizarse para satisfacer necesidades básicas
(o al menos necesidades reales) se emplean en producir cosas absurdas
e innecesarias, cuando no diréctamente nocivas para la salud y el medio ambiente. Todo
para continuar creciendo y que la rueda no se pare.
A los dioses del
pasado había que rezarles. En cada comunidad se erigía un templo, o
una iglesia. Sin escatimar en gastos; la acumulación de riquezas era
ostentosa. Los fieles tenían la obligación para con Dios de acudir
periodicamente a rezar, depositar ofrendas... Así el Dios o dioses
estaban contentos y no jodían la vida a los fieles.
¿No se ha
sustituído el culto religioso por el culto al mercado? En cada
localidad, por pequeña que sea, encontramos grandes y ostentosos
centros comerciales. Los modernos templos erigidos al mercado. Allí
se congregan los fieles para cumplir con sus obligaciones. Consumir.
Así satisfacen a
los mercados permitiendo que la producción aumente y el crecimiento
no se detenga. Hay que comprar todo lo que se pueda, y no importa si
es necesario o no, porque si se cumple con el precepto los dioses
responderán haciéndonos felices. ¿No es eso lo que dicen los
anuncios publicitarios colocados por doquier? Ahora bien, si no se
hace, si el consumo decae... El crecimiento se detiene y la ira
divina caerá sobre nuestra pequeña y pagana comunidad. ¿No envió
Dios un diluvio de cuarenta días y cuarenta noches? No debemos
esperar menos si nosotros nos apartamos del mercado.
A medida que el
poder teocrático (la palabra de Dios hecha ley) se hizo
fuerte también se ha volvió intolerante. Si los primeros cristianos
fueron perseguidos por el imperio romano acusados de cuestionar a los dioses
paganos, la iglesia católica, al lograr convertirse en religión
oficial, emprendió en nombre de Dios una persecución contra
cualquier interpretación de la palabra divina que se apartase del
dogma de Roma (paradójicamente también lo hizo el calvinismo
cuando, tras ser perseguido por la Iglesia Católica logró asentarse
en Ginebra y lograr el poder, persiguiendo a otros).
También el poder
tecnocrático (la palabra de los mercados hecha ley) ataca con furia
divina a cualquier otra interpretación de la economía que ponga en
riesgo su supremacía. Antes los cátaros, ahora los comunistas o los
socialistas. Antes los masones, ahora los decrecentistas. Antes las
brujas, ahora los anarquistas. Antes las cruzadas, ahora la lucha
contra el terrorismo.
Por supuesto que
para poder llevar a cabo una persecución eficaz, hay que contar con
un aparato militar importante. La Iglesia Católica Apostólica
Romana contaba con los ejércitos vaticanos y con el apoyo de
multitud de reyes cristianos dispuestos a poner dinero, armas y
hombres a su servicio. Hoy en día el mercado tiene a su servicio el
poderoso ejército de los Estados Unidos Y por si eso no fuera
suficiente, cuenta también con multitud de estados vasallos
dispuestos a porporcionar legitimidad (Aznar en la foto de las
Azores), infraestructura (España y los vuelos secretos de la CIA), y
ejércitos y bases (OTAN).
Pero para que el
poder divino sea realmente efectivo, no puede sustentarse
exclusivamente en la fuerza bruta. Tiene que estar profundamente
interiorizado y aceptado por la población. Ha de formar
necesariamente parte fundamental de la cultura, estar arraigado en lo
más profundo de cada individuo. Por eso en otros tiempos la
educación fue monopolizada por el poder religioso. La vida de cada
niño debía girar en torno a la religión, al temor y amor a Dios,
conocer el dogma, los sacramentos, los valores. Ser premiados cuando
se cumplían y castigados cuando no.
Hoy en día la
educación es controlada por el mercado. Aunque la iglesia todavía
cuenta con una gran cantidad de centros de enseñanza, el sistema
educativo está regulado por las leyes que dicta el gobierno. Así,
la educación de los niños es cuidadosamente dirigida al
conocimiento y aceptación de los dogmas, cultura, valores y hábitos
del mercado, junto con un adiestramiento técnico acorde a las
necesidades del mismo. (no por casualidad la reforma educativa
aumenta las cargas lectivas en asignaturas instrumentales y las
disminuye en las de humanidades).
Es cierto que no
toda la sociedad comulga con el discurso mítico al que nos hemos
referido. Existen muchas decenas de miles de personas, en nuestro
país y en el mundo, que piensan que la sociedad tiene que reaccionar
y darse cuenta de que las leyes del capitalismo llevarán el planeta
a la destrucción. Hay grupos que se esfuerzan en hacer llegar a la
gente el mensaje de que el discurso mítico de los mercados es un
fraude inventado para que no nos rebelemos contra quienes mandan.
Pero no son la mayoría y tampoco tienen poder. Las autoridades y los medios de comunicación, como sacerdotes divinos que son, les silencian y si es necesario también les persiguen. Les llaman herejes, antisistema, brujos, radicales. Y se justifica su persecución por el riesgo que suponen para el progreso, el crecimiento y el bienestar de la mayoría.
Pero no son la mayoría y tampoco tienen poder. Las autoridades y los medios de comunicación, como sacerdotes divinos que son, les silencian y si es necesario también les persiguen. Les llaman herejes, antisistema, brujos, radicales. Y se justifica su persecución por el riesgo que suponen para el progreso, el crecimiento y el bienestar de la mayoría.
Tal vez, y
sólo tal vez, esas grandes minorías tengan algo de razón en lo que
dicen. Y al menos, si el resto nos replanteamos nuestros dogmas, tal
vez podamos darnos cuenta. Que el mercado no es economía, sino una
forma de economía. Que el estado no es gobierno, sino una forma de
gobierno.
Que el capitalismo
sin control nos llevará al desastre humano y medioambiental. Que él
mismo no va a controlarse, y los políticos tampoco van a hacerlo si
los ciudadanos no les obligamos a ello.
Y para eso primero tenemos que tener muy claro que... ¡Es posible!
Y para eso primero tenemos que tener muy claro que... ¡Es posible!
lunes, 1 de octubre de 2012
Empoderamiento ciudadano
Antes de la democracia y de que
la constitución reconociera a todos los individuos el estátus de
ciudadanos, los derechos y libertades que hoy nos parecen "naturales"
como el voto, reunión, libertad de expresión, etc, no existían más
que para unos pocos privilegiados. Las clases populares no tenían
derecho a intervenir en la vida política, ni siquiera de forma
representativa. Eran oprimidos y siempre lo habían sido, ya fuese
por el señor, el amo, el empresario, el rey o el obispo.
Estaban expuestos a una gran
inseguridad y por eso los obreros, vecinos, estudiantes, artesanos,
jornaleros desrollaron entre ellos fuertes vínculos y redes
sociales, para protegerse y ayudarse unos a otros. Una desgracia
sucedida a una familia del pueblo incumbía también a sus vecinos,
que se volcaban en ayudar. Una desgracia sucedida a un obrero en la
fábrica incumbía a sus compañeros, que se apresuraban a apoyarse
(aunque los obreros fabriles conservaban la solidaridad como
reminiscencia de un pasado cercano en el pueblo. La conciencia de
clase la recuperó, pero la vida en las ciudades es un germen para el
individualismo). La cultura popular era solidaria, tal vez por
necesidad, tal vez por supervivencia.
Cuando a la cultura solidaria
popular se le sumó una ideología emancipatoria como el
socialismo, fue fácil que cristalizara en organizaciones de diversa
índole, de manera que actuando juntos y coordinados, consiguieron un poder real que podían utilizar para mejorar sus vidas.
Cuando los obreros comenzaron a
organizar las primeras huelgas, éstas no eran legales. Los obreros
no tenían el derecho a organizarse en sindicatos ni convocar
huelgas. El gobierno y los empresarios podrían decir en aquella
época – Quéjense si quieren, pero deben respetar el marco
legal, ¡no pueden saltarse las leyes a la torera! -. Si los
obreros hubieran obedecido las leyes, tal vez hoy todavía tendríamos
las condiciones laborales del S.XIX. Pero no lo hicieron.
Desobedecieron, se enfrentaron a los palos, la cárcel y las balas
para conseguir poner en pie una herramienta que en los años
sucesivos ayudó enormemente al empoderamiento real de la clase
trabajadora. Gracias a organizarse en sindicatos y a convocar
huelgas, los obreros lograban intervenir en un área que hasta entonces
era monopolio de los empresarios; la economía. En pleno auge del
capitalismo industrial, los obreros eran capaces de detener la producción de
forma indefinida. Evidentemente eso suponía un grave problema para
el sistema capitalista que en esos años se basaba en la producción.
Primero trataron de evitarlo utilizando su fuerza y la del Estado.
Policía, pistoleros, represión, despidos... Pero las redes de los
obreros, sus cajas de resistencia, apoyo mutuo y solidaridad, hacían
frente con éxito a las agresiones estatales – empresariales. Los
obreros, insignificantes individualmente o en pequeños grupos,
tenían una fuerza descomunal al organizarse. Habían equilibrado la
relación de fuerzas, se habían empoderado.
En los años siguientes la clase
trabajadora consiguió muchas mejoras y derechos, no porque el
gobierno se los concediera, sino porque conseguían arrancarlos.
Habían logrado poder, y lo ejercían sin formar parte de
gobiernos ni parlamentos.Crearon sus propias redes culturales, ateneos, escuelas libres, casas del pueblo, prensa, incluso estructuras económicas como colectividades y cooperativas.
La dictadura destruyó todas esas redes.
La dictadura destruyó todas esas redes.
Con la llegada de la democracia,
el Estado se asignó la misión de velar por los derechos alcanzados
por los ciudadanos. Éstos sólo tenían que elegir a sus
representantes en el parlamento, en los comités de empresas, en los
consejos escolares, en las juntas municipales... De manera que las
redes sociales ciudadanas, las organizaciones de base que constituyeron
el poder real de los ciudadanos y que durante el franquismo trataron de sobrevivir en la clandestinidad, ya no tenían razón de ser. Se disolvieron y fueron sustituídas por
organizaciones institucionalizadas de representantes.
El poder real
de los ciudadanos desaparece y se transforma en un poder transferido
a quienes se supone que representan su voluntad.
Los años han demostrado que las
organizaciones encargadas de representar los intereses colectivos no
cumplen con su función. Ni los partidos políticos, ni los
sindicatos (conviene recordar que sólo UGT y CCOO tienen el estátus
de representativos a nivel nacional) son realmente democráticos
aunque traten de aparentarlo, ya que las constitución les obliga
(art. 6 y 7). Las bases son meras comparsas, y unas cúpulas
áltamente burocratizadas deciden sin tener en cuenta más que sus
propios intereses; fundamentalmente mantener cuota de poder.
Entonces los ciudadanos que
antaño formaron grupos de base, quienes lograron enpoderarse y
arrancar derechos, junto con sus descendientes nacidos ya en
democracia y sin conocer otra cosa más que la representatividad, se
desengañan. Exigen, no acabar con la democracia, sino más democracia, lograr ser
tenidos en cuenta como en otra época lo fueron. Es decir, buscan
empoderarse de nuevo, no metiendo a diputados en el parlamento, sino
que los parlamentarios tengan que tenerles en cuenta para gobernar,
nivelar la relación de fuerzas.
Lo que sucede es que cuando
queremos hacer ésto nos encomtramos con una sociedad muy diferente
de aquella que se empoderó gracias a sus vínculos y organizaciones.
Porque el individualismo se ha impuesto de manera que pocos se
sienten unidos a sus compañeros (no ya de oficina, sino
trabajadores en general. No ya amigos de clase, sino estudiantes en
general. No ya con el vecino de la puerta de al lado, sino con el
barrio, etc). El vínculo social está roto y ha sido sustituído por
la competitividad extrema entre nosotros. Puede que la clase obrera
no exista ya tal y como la definió Marx, pero existe una diferencia
fundamental entre quienes acaparan la propiedad privada, el capital,
el poder económico, político e ideológico... Y aquellos que nacen
con la obligación de vender su fuerza de trabajo (física o
intelectual) para poder vivir.
Que no pueden siquiera decidir donde
trabajan, sino aceptar el trabajo que se les ofrezca.
Que no tienen capacidad para decidir
realmente sobre sus propias vidas y mucho menos sobre el rumbo del
país, por mucho que la propaganda oficial nos diga lo contrario.
El problema es que muchos nos lo hemos
creído. Hemos asimilado la cultura, idología y argumentos de
quienes tienen el poder, y creemos que para vivir mejor tenemos que
competir con nuestro vecino en lugar de colaborar con él. El mercado ha colonizado todas las áreas que en su momento conquistaron los ciudadanos. Tanto la educación como los medios de comunicación, la economía, la cultura... Pertenecen al mercado.
La propaganda oficial es my
poderosa y no para de repetir que democracia es votar, que si no
estamos contentos cambiemos nuestro voto, que el estado de derecho no
permitirá transgredir las normas, que los políticos son los
representantes legítimos del pueblo, etc.
Pero no dicen que el poder real, aquel
que no reside en el parlamento, lo acaparan otros grupos. Que los
mercados, los grandes capitales, empresarios etc, se agrupan en
lobbys, patronales y confederaciones sectoriales, y ellos no recurren
al voto para conseguir lo que quieren. Tienen poder real y lo
ejercen. Un poder real del que privan a los ciudadanos, y que muchos
de nosotros nos lo negamos también o ignoramos siquiera la
posibilidad de su existencia.
Por lo tanto el problema es
doble.
- Por un lado, los vínculos comunitarios están rotos, y los ciudadanos estamos mutando (como dijo Pasolini) en consumidores. Muchos ciudadanos no desean empoderarse, ni siquiera se lo plantean y si lo hacen no entienden para qué serviría. Ya hay otros – piensan ellos – que se encargan de éstas cosas. La política a los políticos. Yo lo que quiero es tabajo y recuperar mi nivel de vida. Comprar y consumir a tutiplen.
- Por otro lado aquellos muchos que desean empoderarse de nuevo, están desorientados. Dan palos de ciego sin saber cómo adaptarse a la nueva realidad. Buscan las viejas organizaciones que en su momento sirvieron, pero éstas o no están o ya no son útiles. Piensan en nuevas formas de organizarse más allá de los paradigmas conocidos, pero esa es una difícil labor, y hasta ahora no se está consiguiendo satisfactoriamente.
SINDICATOS. En nuestro país
existen muchos, algunos de ellos muy combativos, pero al igual que
sucede con los partidos políticos, la representatividad de los
trabajadores está institucionalizada en los sindicatos mayoritarios;
UGT y CCOO. Al igual que sucede con PSOE PP en el ámbito de la
política nacional, reciben prebendas y trato preferente por parte de
la legislación, por lo que la libre competncia entre organizaciones
queda totalmente viviada.
Con respecto a los grandes sindicatos,
han perdido mucha fuerza debido a la desindustrialización, al auge
del sector terciario, a la pérdida de la solidaridad y la conciencia
de clase, la aumento de la población desempleada, a la división
entre autónomos, temporales, fijos, funcionarios, precarios,
subcontratados etc. Aparte hay que sumar los ataques que les han
lanzado y les lanzan sistemáticamente desde el neoliberalismo
político e ideológico con el fin de debilitar las organizaciones
obreras para minar su resistencia en el proceso de desmantelamiento
del Estado de Bienestar. A eso hay que sumar también la función
reaccionaria que en demasiados casos hacen éstas organizaciones
dentro y fuera de las empresas, tratando de conseguir votos en las
elecciones a toda costa para que repercuta en delegados y
representatividad (en mi pasado sindicalista he vivido las
situaciones de listas pro empresas diseñadas por éstos sindicatos),
y anteponiendo los intereses de sus organizaciones a los de la
sociedad en general y la clase trabajadora en particular. A su
pérdida del carácter revolucionario puesto que en el pacto social
aceptaron el sistema capitalista, el crecimiento como máxima, la
propiedad privada sin límites. Criticar el capitalismo sin criticar
el crecimiento es una incoherencia.
El índice de afiliación es bajísimo,
pero los trabajadores no se han desafiliado a los sindicatos para
participar en otras organizaciones, sino que ha dado como resultado
un vacío.
HUELGA: para convocar una huelga
general, que es la única con fines emancipatorios globales, en
primer lugar hay que contar (si no legalmente, sí de facto) con la
convocatoria de las grandes centrales sindicales, y éstas sólo lo
hacen cuando interesa a sus propios intereses. Aun así, cuando las
convocan, tienen problemas para conseguir grandes índices de
participación dado su gran desprestigio social.
Además la huelga es inasumible para
muchos trabajadores que no pueden soportar económicamente más de
uno o dos días sin salario.
En el sector servicios, la precariedad
e inseguridad laboral hacen al trabajador mucho más vulnerable a las
presiones del empresario. Al estar físicamente separados, los
trabajadores no desarrollan el sentimiento de camaradería de las
grandes inductrias (en la lucha de los mineros pude ver el último
reducto de ese tipo de compañerismo y lucha abocado a la extinción).
Aunque la huelga lograra ser exitosa,
hasta ahora en democracia no se ha convocado más de un día. Las
leyes limitan mucho el derecho de huelga, ya que los servicios
mínimos impiden que el país quede económicamente paralizado.
Aunque supone perjuicio, las empresas se preparan para aguantarlo y
al día siguiente paz y después gloria.
MANIFESTACIONES: al igual que
sucede con el derecho a la huelga, que formalmente se reconoce pero
en la práctica está capado, el derecho a manifestarse es similar.
Primeramente, la debilidad de las organizaciones tradicionales
dificultan la convocatoria masiva, el boicot de los medios de
comunicación y su tergiversación de las causas e intereses ante la
opinión público, priva a las manifestaciones populares de parte de
su fuerza. Las leyes obligan a los manifestantes a respetar los
lugares y límites que marcan las autoridades (que normalmente son
el blanco de las manifestaciones), y el aparato represivo está
siempre preparado para actuar implacablemente en cuanto alguien
quebrante la normativa.
Aaun en el caso de que, como sucedió
durante el movimiento 15M en 2011, se superen los obstáculos, el
movimiento conecte con gran parte de la ciudadanía y se sucedan
manifestaciones masivas... Aunque se pille a contra pie a los MMCC y
no se atrevan a oponerse frontalmente al movimiento (al menos al
principio, hasta que se recolocaron y contraatacaron destrozándolo a
ojos de la opinión pública en cuestión de meses)... Su resultado es nulo. Es
decir, las manifestaciones por sí solas no cambian realidades, no
obligan a gobiernos a modificar su postura. Porque la tesitura en la
que nos ponen es que si cumplimos las normas nos dejan manifestarnos,
gritamos ante edificios vacíos y luego nos vamos sin cambiar nada.
Si los ánimos se encienden y se decide a desobedecer, el aparato
represor caerá con toda la fuerza de sus porras y pelotas de goma.
Por lo tanto una manifestación es muy útil como comienzo, como
pulso, como toma de contacto, como acumulación de energía. Pero una
vez sucede hay que llevar esa energía hacia alguna parte, ya sea la
revolución (si se consigue aglutinar a una parte importante de la
población, cosa que es difícil enfrentándose al poder brutal de
los MMCC) o la puesta en marcha de proyectos políticos ciudadanos de
diversa índole. Si el 15M sacó a la calle a cientos de miles de
personas sirve para calcular el potencial de participación y
aceptación de proyectos.
En conclusión:
SINDICATOS: han de seguir existiendo,
son una herramienta útil para lograr mejoras o más bien evitar
agravios y ataques a los trabajadores tanto en las empresas como en
las leyes. Pero ya no son las organizaciones que aglutinan a la
mayoría de la población como sucedía con la clase obrera hace
décadas.
HUELGAS: herramienta a seguir
utilizando en las luchas sindicales y tal vez con carácter
revolucionario si la situación de conflictividad social llega a
ciertos límites y la gente está dispuesta a hacerla indefinidamente
y saltandose las normas.
MANIFESTACIONES: útiles herramientas
para tomar el pulso, para reunir fuerzas, pero mueren por sí solas
si no se traducen en iniciativas que canalicen la energía.
viernes, 14 de septiembre de 2012
Hay Alternativas... Aunque PRISA las boicotee.
Sobre el libro del profesor Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón
Desde 2008 parece que no se habla de
otra cosa que de la crisis. De lo mal que estamos, de que hemos
gastado más de lo que teníamos y vivido por encima de nuestras
posibilidades; de la nefasta gestión del PSOE, de si necesitamos un
rescate o por el contrario una línea de crédito... A diario
cualquier ciudadano español recibe un bombardeo de información y
análisis económico en los medios de comunicación: seguimiento de
las bolsas, análisis de los mercados, minuto a minuto de la prima de
riesgo, declaraciones de Angela Merkel, del señor Draghi, de la
Comisión Europea... Rajoy anunciando nuevas, dolorosas e inevitables
medidas para reducir el déficit... Y todos, absolutamente todos los
periodistas y economistas de todos los medios de comunicación,
repitiendo el mismo discurso; NO HAY OTRO CAMINO. Se están tomando
las únicas medidas que pueden sacarnos de la crisis y devolver a
España a la senda del crecimiento, que es sinónimo de bienestar.
La gente de la calle repite resignada
los argumentos que reciben por todos y cada uno de los medios. Les
gustaría que las cosas pudieran ser de otra manera, pero desgraciadamente no lo son.
Total, los ciudadanos no entendemos lo suficiente sobre
economía, ni disponemos de información veraz como para sacar nuestras propias
conclusiones. Por lo tanto tenemos que fiarnos de lo que dicen los
que saben; los políticos y los economistas. Y todos dicen que NO
HAY OTRO CAMINO.
A la gente de la calle no le gustan las
medidas que está tomando el gobierno español, pero muchos se
resignan ante la imposibilidad de hacer otra cosa.
-¿Acaso van a
estar equivocados todos los economistas y tú sabes más que ellos? –
me dicen cuando les explico que hay otras opciones posibles, pero que
los gobiernos siempre eligen la que más favorece a los intereses del
mercado, que al fin y al cabo son los que mandan.
Hay que ser conscientes de que la
propaganda funciona. Los mercados y su entorno han cerrado filas para
evitar que ningún economista crítico, ninguna propuesta alternativa
para salir de la crisis, puedan entrar en el circuito
de los mass media. Y mucho menos si las propuestas son realistas y factibles. A la gente
de la calle no debe llegarle ningún otro mensaje que el de los
mercados. Y lo están consiguiendo. Para muestra un botón.
Tres
economistas españoles como son Viçenc Navarro (Catedrático de
Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra) , Juan
Torres López (catedrático de Economía Aplicada de la Universidad
de Sevilla) y Alberto Garzón Espinosa (economista, actualmente
diputado por IU) decidieron escribir conjuntamente un libro llamado
Hay Alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España,
en el que proponen un análisis de la crisis y unas medidas concretas
para salir de ella, diferentes y más beneficiosas para la mayoría
de ciudadanos que las que se están tomando.
Con el
libro terminado, los autores lograron que el prestigioso lingüista y
politólogo norteamericano Noam Chomski lo prologara, y llegaron a un
acuerdo con la editorial Aguilar para que lo publicara y
distribuyera.
Estaba
previsto que el libro viera la luz en octubre de 2011, y
ya se había empezado a hacer la promoción en la página web de la
editorial y también en librerías.
Pero
unas semanas antes de la fecha, los responsables de Aguilar se pusieron
en contacto con los autores para informarles de que la publicación
quedaba pospuesta, sin dar razones ni nueva fecha de salida. Todo
indicaba que la editorial del grupo PRISA había perdido interés en
publicarlo.
¿Cuales
podrán ser las razones para que la editorial que primero se mostró
interesada se echase atrás en el último momento? Como soy un
malpensado y un conspiranoico, he elaborado mi propia y retorcida
teoría.
El
citado libro "HAY ALTERNATIVAS" ofrece unos argumentos y
propuestas no sólo diferentes a los que ofrecen los medios del
mercado (osea, todos), sino que además podrían resultar muy
peligrosos para sus intereses si tuvieran aceptación entre la
población. Si quienes están sufriendo con resignación los ajustes
de la crisis, entienden que las cosas no tienen por qué ser así,
tal vez exigan que empiecen a hacerse de otra manera. La
editorial Aguilar pertenece al emporio de la comunicación Grupo
Prisa, que se las suele dar de progre y sociata en algunos de sus
medios, como El País y la SER. Pero cuando rascamos un poco y
miramos quién es el dueño del gupo, las cosas toman otro color.
El actual accionista mayoritario es Liberty Acquisition Holding, un
grupo norteamericano de inversores que posee el 57,7% de las
acciones. Detrás de Liberty están la banca española y mundial. La
familia Polanco conserva un 30% y el resto está en manos de
accionistas minoritarios.
Los
directivos y miembros del consejo de administración de PRISA también
lo son de empresas como Aguirre & Newman, Sacyr Vallehermoso,
Libertas 7, Banco de Valencia, Caixa Galicia, Qualitas Venture
Capital, Abengoa, Bioetanol Galicia, Armani, Adolfo Dominguez,
Altadis, Vodafone, Roche Farma, Iberia, entre otras.
Tal vez alguno de éstos directivos y consejeros leyó el manuscrito
y dijo..... ¡¿¡Comorrrrrrr??!!
Cierto
es que cuando alguien escribe un libro por el interés de difundir
unas ideas, propuestas y argumentos, y no con ánimo de lucro, es
relativamente sencillo sacarlo a la luz. Así los autores se pusieron
en contacto con la organización ATTAC y la editorial madrileña
Sequitur, que estuvieron encantados de publicarlo.
Por
supuesto el libro dispondría de menos recursos para su distribución
y promoción con una pequeña editorial que con el gigante del grupo
PRISA, así que los autores optaron por ofrecerlo
gratuítamente en la web, con el objetivo de darle la mayor difusión
posible.
Podéis
descargar el libro en
Os
recomendamos encarecídamente leerlo y os animamos a que lo paséis a
vuestros compañeros, amigos y familiares, en especial a aquellos a quienes penséis que más puede abrirles los ojos.
sábado, 14 de julio de 2012
Los veinte de siempre. Crónica de las protestas frente a las sedes del PP, PSOE y Congreso
Tengo que comenzar éste escrito
advirtiendo que estoy muy cabreado y profundamente decepcionado.
El gobierno conservador del Partido
Popular lanzó el pasado miercoles una serie de propuestas de ley que
suponen los más graves recortes sociales de los últimos tiempos.
Teniendo mayoría absoluta en el Parlamento y en el Senado es
evidente que dichas propuestas se convertirán en leyes.
Señores, que nadie se lleve a engaño.
El Partido Popular representa los intereses de las clases dominantes,
y de acuerdo a su ideología, a sus principios y a sus intereses de
clase, está salvaguardando los privilegios de las clases acomodadas
a costa de los trabajadores de éste país. Su talante es dictatorial
y chulesco, como bien ha demostrado la infame hija del infame Fabra.
Motivos para estar cabreados hay más que de sobra, y por eso cuando
me enteré de que se habían convocado concentraciones de protesta
frente a las sedes del PP, del PSOE y en el Congreso de los
Diputados, no dudé ni un momento en acudir.
Al llegar a la calle Génova me
encuentro con que la policía tiene encajonados a los cientos de
concentrados en la acera, sin permitirles cortar la calle. El clima
es de enfado total, y la gente no cesa de gritar y de silvar. Ninguna
bandera de partidos ni sindicatos. Todo era gente que había acudido
a título individual, convocada por las redes sociales de manera
urgente y sin gran difusión. Un jubilado iba repartiendo carteles
caseros que había estado preparando en su casa en contra de los
recortes. Desde el primer momento me pareció una de las
concentraciones más calientes a las que he asistido últimamente. No
dejaba de llegar gente y al rato era evidente que no cabíamos en la
acera y que dijera lo que dijese la policía ibamos a cortar la
calle. Aunque al principio los antidisturbios reaccionaron poniéndose
los cascos en señal de amenaza, supongo que recibieron órdenes de
permitir el corte del tráfico y pudimos invadir la calle.
Me extrañó mucho ver que a pesar de
la austeridad que predica el gobierno, un helicóptero de la policía
estuviera sobrevolando la zona, a todas luces innecesario (todavía
no soy capaz de entender el motivo), y con el elevado coste económico
que supone.
Los concentrados estuvimos cerca de una
hora cagándonos en la puta madre de quienes suelen ocupar las
oficinas de la calle Génova, y cuando la policía comenzó a
presionarnos les dejamos con tres palmos de narices dándonos la
vuelta y marchando hacia la sede del PSOE en la calle Ferraz. A pesar
de ser una concentración no autorizada, la policía cortó el
tráfico a lo largo de todo el recorrido, y la marcha, que se había
convertido ya en manifestación, encaró la calle Ferraz.
Al llegar allí nos encontramos con un
cordón policial que cortaba el acceso al edificio donde se encuentra
la sede del PSOE. Los manifestantes nos situamos en la calle Marqués
de Urquijo y continuamos con los gritos. Entre los cánticos que se
escuchaban destaco el "Te va a votar tu puta madre"
dedicado al PSOE, y otros dedicados a la policía, en tono fraternal
incitándoles a sumarse a la protesta. Decidí situarme en la primera
línea, frente a la linea represora. Allí me mezclé con un grupo de
bomberos de Madrid que llevaban camisetas con el texto "Bomberos
Quemados", y unas cuantas personas más, que en ningún caso
serían más de veinte, empeñados en cruzar la barrera que la
policía interpuso entre los manifestantes y la sede socialista. Por
momentos llegaron a los empujones y la policía les repelía
amenazando con cargar. Los veinte de siempre increpaban al resto de
manifestantes gritando - ¡Vamos todos, joder! ¡A por ellos! - Y a
pesar de que el resto de manifestantes no tenía el menor interés de
provocar enfrentamientos, y se mantenían a una distancia prudencial,
ellos seguían erre que erre.
Señores, el objetivo de la
concentración, y para lo que fuimos convocados, era protestar frente
a las sedes de los partidos y en el Congreso, y eso era lo que
estábamos haciendo. Nadie quería llegar a la sede del PSOE (que por
cierto estaba vacía) y... ¿Asaltarla? ¿Saquearla y prenderle fuego
después? La impresión que me dió era que los veinte de siempre
disfrutan con los disturbios, liberan adrenalina y los provocan para
divertirse. Yo les propondría que en lugar de aprovechar una
concentración ciudadana, acudan el día de la semana que prefieran a
la comisaría más cercana a su casa y seguro que un grupo de maderos
estarán encantados de propinarles una buena tunda. Ellos me dirán
¿Qué derecho tienes tú a decirnos lo que debemos hacer o a
censurarnos por expresar nuestra rabia de la manera que nos parezca?
A lo cual yo les contesto con otra pregunta ¿Qué derecho tenéis
vosotros a decidir en nombre de 3 ó cuatro mil personas que la
concentración se convierta en una batalla campal?
Creo que desafiar a la policía fue
necesario a la hora de cortar la calle, y lo hicimos. Creo que
desafiar a la policía y enfrentarnos a ella será necesario cuando
nuestro objetivo sea ocupar el Congreso, o cuando traten de
impedirnos utilizar nuestro legítimo derecho a la protesta. Pero en
este caso, ofenda a quien ofenda, hemos cometido el error de permitir
que un insignificante grupo de exaltados camorristas actuara en
nombre de todos. Y no es que me importe lo más mínimo que
Telemadrid lo utilice para desacreditarnos. Lo que realmente me
molesta es que acabemos a la gresca sin ningún sentido, cuando no
era la voluntad de la mayoría.
Compañeros, debemos comenzar a trazar
estrategias, a canalizar nuestra rabia de manera productiva, a
congregar cada vez a más gente, a convencer con argumentos a quienes todavía creen
las mentiras del gobieno. Y cuando tengamos que enfrentarnos al
aparato represivo del Estado, que sea porque podemos ganar.
Salud y lucha!
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