lunes, 28 de enero de 2013

El amor romántico desde una perspectiva Kuir

Coral Herrera Gómez nos invitará a reflexionar en torno a los mitos, ritos y estereotipos del amor romántico. El objetivo es analizar todos los supuestos sobre los que se construyen social y culturalmente las relaciones amorosas, y hablar sobre como los mitos influyen en la perpetuación de relaciones de dependencia mutua, y en la división tradicional de roles. Veremos como el amor romántico sirve como mecanismo de control de masas, como perpetúa el patriarcado y el capitalismo, como también sirve, cuando se desvía de las normas, para transgredir con el orden y la ley. Analizaremos las estructuras emocionales y sentimentales que heredamos generación tras generación, y veremos otras formas de amar y de relacionarse desde un enfoque de género y desde una perspectiva queer. Y de paso, hablaremos sobre el Queer y el Kuir, y todas las formas de resistencia afectivo-sexual que existen y son condenadas por la moral judeocristiana, capitalista, racista y heteronormativa". 

domingo, 16 de diciembre de 2012

¿Por qué las ideas dominantes no son las ideas de los dominantes?

Os ofrecemos un breve texto de Slavoj Žižek en el que contradice el principio marxista de que la ideología dominante es la de la clase dominante.

Extraído del libro "En defensa de la intolerancia", publicado en España por la editorial Sequitur en 2012.

      Cualquier universalidad que pretenda ser hegemónica debe incorporar al menos dos componentes específicos: el contenido popular "auténtico" y la "deformación" que del mismo producen las relaciones de dominación y explotación. Sin duda, la ideología fascista "manipula" el auténtico anhelo popular de un retorno a la comunidad verdadera y a la solidaridad social, frente a las desbocadas competición y explotación; sin duda "distorsiona" la expresión de ese anhelo con el propósito de legitimar y preservar las relaciones sociales de dominación y explotación. Sin embargo, para poder alcanzar ese objetivo, debe incorporar en su discurso ese anhelo popular auténtico. La hegemonía ideológica, así, no es tanto el que un contenido particular venga a colmar el vacío universal, como que la forma misma de la universalidad ideológica recoja el conflicto entre (al menos) dos contenidos particulares: el "popular", que expresa los anhelos íntimos de la mayoría dominada, y el específico, que expresa los intereses de las fuerzas dominantes.
Cabe recordar aquí esa distinción propuesta por Freud entre el pensamiento onírico latente y el deseo inconsciente expresado en el sueño. No son lo mismo, porque el deseo inconsciente se articula, se inscribe, a través de la "elaboración", de la traducción del pensamiento onírico latente en el texto explícito del sueño. Así, de modo parecido, no hay nada "fascista" ("reaccionario", etc.) en el "pensamiento onírico latente" de la ideología fascista (la aspiración a una comunidad auténtica, a la solidaridad social y demás); lo que confiere un carácter propiamente fascista a la ideología fascista es el modo en que ese "pensamiento onírico latente" es transformado/elaborado, a través del trabajo onírico-ideológico, en un texto ideológico explícito que sigue legitimando las relaciones sociales de explotación y de dominación. Y, ¿no cabe decir lo mismo del actual populismo de derechas? ¿No se apresuran en exceso los críticos liberales cuando despachan los valores a los que se remite el populismo, tachándolos de intrínsecamente "fundamentalistas" y "protofascistas"?

      La no-ideología (aquello que Frederic Jameson llama el "momento utópico" presente incluso en la ideología más atroz) es por tanto absolutamente indispensable; en cierto sentido, la ideología no es otra cosa que la forma aparente de la no-ideología, su deformación o desplazamiento formal. Tomemos un ejemplo extremo, el antisemitismo de los nazis: ¿no se basaba acaso en la nostalgia utópica de la auténtica vida comunitaria, en el rechazo plenamente justificable de la irracionalidad de la explotación capitalista, etc.?
Lo que aquí sostengo es que constituye un error, tanto teórico como político, condenar ese anhelo por la comunidad verdadera tildándolo de "protofascista", acusándolo de "fantasía totalitaria", es decir, identificando las raíces del fascismo con esas aspiraciones (error en el que suele incurrir la crítica liberal-individualista contra el fascismo): ese anhelo debe entenderse desde su naturaleza no-ideológica y utópica. Y lo que lo convierte en ideológico es su articulación, la manera en que la aspiración es instrumentalizada para conferir legitimación a una idea muy específica de la explotación capitalista (aquella que la atribuye a la influencia judía, al predominio del capital financiero sobre el capital "productivo" que, supuestamente, favorece la "colaboración" armónica de los trabajadores...) y de los medios para ponerle fin (desembarazándose de los judíos, obviamente).

      Para que una ideología se imponga resulta decisiva la tensión, en el interior mismo de su contenido específico, entre los temas y motivos de los "oprimidos" y los de los "opresores". Las ideas dominantes no son NUNCA directamente las ideas de la clase dominante. Tomemos un ejemplo quizás más claro: el Cristianismo, ¿cómo llegó a convertirse en la ideología dominante? Incorporando una serie de motivos y aspiraciones de los oprimidos (la Verdad está con los que sufren y los humillados, el poder corrompe...) para re-articularlos de modo que fueran compatibles con las relaciones de poder existentes. Lo mismo hizo el fascismo. La contradicción ideológica de fondo del fascismo es la que existe entre su organicismo y su mecanicismo: entre la visión orgánica y estetizante del cuerpo social y la extrema "tecnologización", movilización, destrucción disolución de los últimos vestigios de las comunidades "orgánicas" (familias, universidades, tradiciones locales de autogobierno) en cuanto "microprácticas" reales del ejercicio del poder. En el fascismo, la ideología estetizante, corporativa y organicista viene a ser la forma misma con la que se reviste la inaudita movilización tecnológica de la sociedad, que trunca los vínculos "orgánicos"...
Si tenemos presente esta paradoja, podremos evitar esa trampa del liberalismo multiculturalista que consiste en condenar como "protofascista" cualquier idea de retorno a vínculos orgánicos (étnicos o de otro tipo). Lo que caracteriza al fascismo es más bien una combinación específica de corporativismo organicista y de pulsión hacia una modernización desenfrenada. Dicho de otro modo: en todo verdadero fascismo encontramos indefectiblemente elementos que nos hacen decir: "Esto no es puro fascismo: aún hay elementos ambivalentes propios de las tradiciones de la izquierda o del liberalismo". Esta remoción, este distanciarse del fantasma del fascismo "puro", es el fascismo tout court. En su ideología y en su praxis, el "fascismo" no es sino un determinado principio formal de deformación del antagonismo social, una determinada lógica de desplazamiento mediante disociación y condensación de comportamientos contradictorios.

      La misma deformación se percibe hoy en la única clase que, en su autopercepción "subjetiva", se concibe y representa explícitamente como tal: es la recurrente "clase media", precisamente esa "no-clase" de los estratos intermedios de la sociedad; aquéllos que presumen de laboriosos y que se identifican no sólo por su respeto a sólidos principios morales y religiosos, sino por diferenciarse de , y oponerse a, los dos "extremos" del espacio social: las grandes corporaciones, sin patria ni raíces, de un lado, y los excluídos y empobrecidos inmigrantes y habitantes de los guetos, por otro.
La "clase media" basa su identidad en el rechazo a estos dos extremos que, al contraponerse directamente, representarían el "antagonismo de clase" en su forma pura. La falsedad constitutiva de esta idea de la "clase media" es por tanto semejante a aquella de la justa línea de Partido que el estalinismo trazaba entre las "desviaciones de izquierda" y las "desviaciones de derecha": la "clase media", en su existencia "real", es la falsedad encarnada , el rechazo del antagonismo. En términos psicoanalíticos, es un fetiche: la imposible intersección de la derecha y de la izquierda que, al rechazar los dos polos del antagonismo, en cuanto posiciones "extremas" y antisociales (empresas multinacionales e inmigrantes intrusos) que perturban la salud del cuerpo social, se autopresenta como el terreno común y neutral de la Sociedad. La izquierda se suele lamentar del hecho de que la línea de demarcación de la lucha de clases haya quedado desdibujada, desplazada, falsificada, especialmente, por parte del populismo de derecha, que dice hablar en nombre del pueblo cuando en realidad promueve los intereses del poder. Este continuo desplazamiento, esta continua "falsificación" de la línea de división (entre las clases), sin embargo, ES la "lucha de clases": una sociedad clasista en la que la percepción ideológica de la división de clases fuese pura y directa, sería una estructura armónica y sin lucha; por decirlo con Laclau: el antagonismo de clase estaría completamente simbolizado, no sería imposible/real, sino simplemente un rasgo estructural de diferenciación.

lunes, 3 de diciembre de 2012

Propaganda fascista en Madrid


Durante la guerra civil española, Madrid se convirtió en símbolo internacional de resistencia contra el fascismo. El lema "No pasarán!" dio la vuelta al mundo.
Desde la sublevación militar del 18 de julio de 1936, y su fracaso en la ciudad de Madrid, su toma se convirtió en objetivo prioritario para los golpistas por su altísimo poder estratégico y simbólico.
Comenzó un duro acoso a la capital, primero desde el norte (general Mola), y más tarde también desde el sur y el este (generales Varela y Yagüe).
Por más que lo intentaban, los continuos embites de las tropas sublevadas eran repelidos por las columnas republicanas con el apoyo de las brigadas internacionales y el armamento soviético.
A pesar de los continuos bombardeos que sufrío la capital, y de los estragos ocasionados por los bombarderos Junker nazis (y protegidos por los Fiat enviados por la Italia fascista de Mussolini), el frente se estabilizó y el bando nacional comenzó un duro asedio que no terminó hasta la rendición de Madrid el 28 de marzo de 1939.

Hoy, 73 años después podemos decir que pasaron. ...Y vaya si pasaron.

Desde la llegada de la democracia, las fuerzas vivas del movimiento, los nostálgicos fascistas y los autoproclamados patriotas han visto su actividad política y social reducida a un papel residual, repudiados oficialmente por los partidos democráticos e ignorados por la inmensa mayoría de la sociedad española.
La actitud de algunos partidos políticos (como el PP) a los que se acusa de actuar cínicamente respecto a la falange y otras organizaciones de la extrema derecha (repudiándoles en público pero reconociéndoles en privado) es la de beneficiarse de la existencia de una extrema derecha radical que amplía el espectro político por ese lado, colocándoles a ojos de la opinión pública en posiciones moderadas y centristas. Además en la práctica quienes profesan ideas ultraderechistas consideran más útil dar su voto al PP.

En los últimos meses, y con la excusa del repunte dramático de la crisis económica, estoy asistiendo perplejo a la impunidad con la que se desenvuelven dichos grupos radicales en Madrid. Con eslóganes tan simplistas como populistas, acusan a los inmigrantes y a los separatistas vascos y catalanes de la penosa situación en la que nos encontramos.
No dudan en empapelar Madrid con carteles y pegatinas que bajo el eslogan de Vuelva General, exponen el busto del dictador Franco. Convocan manifestaciones bajo el lema "El problema es la democracia", incluyen símbolos inconstitucionales como el águila de San Juan o el yugo y las flechas falangistas. No tienen inconveniente en convocar actos de homenaje al dictador Francisco Franco sin que las autoridades democráticas tomen cartas en el asunto (hay que decir que gracias a la presión popular han tenido que suspender algunos actos de este tipo), y convocar manifestaciones y actos contra la constitución.

Mientras las leyes reprimen duramente la apología del terrorismo, y detienen e ilegalizan a organizaciones y personas bajo tal acusación (http://www.publico.es/culturas/399868/detenido-el-rapero-pablo-hasel-por-presunta-apologia-del-terrorismo), y grupos musicales y artistas son vetados por similares acusaciones, las organizaciones fascistas y neonazis pueden inundar Madrid con su propaganda sin sufrir sanción alguna.
Siendo malpensado podría llegar a la conclusión de que el gobierno del PP hace la vista gorda porque en el fondo no están en desacuerdo con ellos. También podemos darle la vuelta al razonamiento y pensar que les ignoran para no darles publicidad.

A mí personalmente lo que más me sorprende e indigna es descubrir que el tablón de anuncios predilecto para su propaganda son los escaparates de las entidades bancarias. Si nos damos un paseo por casi cualquier barrio de Madrid podemos encontrar los cristales de todos los bancos atiborrados de carteles y pegatinas, que pasan allí días e incluso semanas sin que sean retirados.


Cualquier ciudadano que alguna vez en su vida haya salido a hacer una pegada de carteles por las calles se ha dado cuenta de que no duran más de unas horas. Ya sea por medio del servicio municipal de limpieza o las contratas de limpieza privadas de las entidades financieras, los carteles políticos no resisten más de un día o dos. En cambio, los carteles y pegatinas como los expuestos en las fotografías, pasan semanas pegados en los escaparates antes de ser arrancados (a menudo por los propios ciudadanos).
Y yo me pregunto. ¿Será que los bancos al reducir gastos ya no pueden permitirse el servicio de limpieza?
Más bien me veo inclinado a pensar que hoy, como ayer, los bancos se sienten más seguro bajo un régimen autoritario de extrema derecha, que ante una democracia que pueda sancionar sus desmanes (que es lo que piden los movimientos sociales).
La banca española e internacional apoyó el ascenso de las dictaduras en España, Italia, Alemania, etc. En España el banquero Joan March fue uno de los principales patrocinadores del golpe y quien pagó el alquiler del avión Dragon Rapide que trasladó a Franco desde las islas Canarias hasta el norte de África para reunirse con sus ejércitos.

La dejación de funciones por parte de la justicia y el gobierno, sumada a la complicidad de la banca, puede dar lugar a situaciones poco deseables.
Aunque aparentemente el peligro de éstos extremistas es bajo, en épocas de crisis una parte de la pobación más castigada (proveniente en parte de los estratos económico-sociales y culturales bajos) puede verse seducida por el simplismo fascista. Necesitamos chivos expiatorios, y ellos nos ofrecen a los inmigrantes y separatistas en bandeja de plata.
Vemos cómo en Grecia el partido neonazi Amanecer Dorado sería la tercera fuerza política según los sondeos. Vemos cómo en Francia el Frente Popular de Marine Le Pen consiguió el 18% de los votos en las últimas elecciones, el partido Jobbik logró un importante apoyo en Hungría, el afianzamiento de la ultraderecha en Polonia y el crecimiento en países como Suecia, Suiza y Noruega.
En España los partidos de extrema derecha, como España 2000, Democracia Nacional, Falange (en sus diferentes vertientes) o el MSR, consiguen muy pocos votos. Sólo Plataforma per Catalunya ha logrado éxito electoral al situarse como sexta fuerza política en Cataluña. Eso sucede porque hasta ahora el voto derechista va a parar al PP, pero... ¿Qué pasará cuando los obreros de derechas se harten de las mentiras del partido de la gaviota?

En momentos de crisis la ciudadanía deja de confiar en los partidos tradicionales y tiende a inclinarse hacia opciones más radicales. Lo natural sería que se inclinasen hacia la izquierda, como de hecho ocurre; pero también pueden hacerlo hacia la derecha debido a que sus discursos populistas pueden llegar a convencer a quienes no disponen de formación e información suficiente.

Las fotos que adjunto fueron tomadas durante un breve paseo por el barrio de Salamanca. Supongo que es donde más concentración hay, ya que entiendo que a las juventudes patrióticas les da pereza alejarse mucho de casa.
















jueves, 15 de noviembre de 2012

El mito de los mercados




Durante siglos los seres humanos trataron de explicar los fenómenos de la naturaleza (que observaban y sufrían pero no comprendían) desde un punto de vista mítico. Inventaban historias que daban un sentido a su mundo y les ayudaban a vivir conforme a él. Así, los relatos mitológicos describían a una serie de dioses que encarnaban el poder de esas fuerzas implacables que marcaban sus vidas. Ellos eran los causantes de que lloviera o no, de las grandes tormentas, innundaciones, terremotos, sequías, buenas cosechas, fertilidad, plagas, enfermedades, victorias o derrotas en la guerra...

Ante esas fuerzas, los seres humanos se sentían impotentes. No podían tratar de oponerse a ellas y trataban de ganarse el favor de los dioses para ser favorecidos por ellos en la vida y en la guerra. Para congraciarse construían templos, ofrecían regalos y sacrificios y les honraban. Nunca sabían a ciencia cierta si sus ofrendas aplacarían la ira divina, ya que su voluntad es caprichosa e incomprensible para la razón humana.
Si sobrevenía alguna desgracia natural, mala cosecha o se perdía en la guerra, no podían sino culparse a sí mismos. No habían honrado lo suficiente a los dioses o se habían quedado cortos en los sacrificios. Tal vez descuidaron en su conducta los preceptos sagrados. Habían molestado a las fuerzas sobrehumanas y tendrían que resignarse al castigo. Los dioses no eran buenos ni malos, justos ni injustos. Sólo dioses.
En cada comunidad existía una o varias personas a quienes se presuponía la capacidad de entrar en comunicación con los dioses, con las fuerzas de la naturaleza. El resto de habitantes no eran capaces de entender por qué se producían los fenómenos naturales ni qué debían hacer para evitarlos. Necesitaban ponerse en manos de aquellos que sí entendían. Una élite de expertos que interpretaban las señales, recibían consignas y las transmitían al resto. Cuando un sacerdote o chamán hacía saber al resto cuál era la voluntad de las divinidades y lo que había que hacer para satisfacerle o aplacar su ira, el resto de ciudadanos, asustados ante el peligro de no ser suficientemente solícitos, obedecían a pies juntillas. Luchar contra los dioses era imposible, y sólo les quedaba estar a bien con ellos, al precio que fuera. Si los dioses pedían a tu hija en sacrificio, a menudo era más un honor que una pena. Las leyes divinas se convertían automáticamente en leyes políticas, de obligado cumplimiento.

En esas sociedades arcaicas, el poder religioso y el político eran una sola cosa, y se encarnaba en los sacerdotes, chamanes o jefes de la tribu. Éstos, representando la voluntad de los dioses, eran considerados en sí mismos entidades sagradas, y su poder emanaba de las fuerzas sobrenaturales. Quien se enfrentara a esos jefes se enfrentaba también a los dioses y recibiría todo el peso de su cólera.

Hace ya siglos que el pensamiento mítico fue superado en los países occidentales. La ciencia comenzó a dar respuestas que contradecían los relatos míticos. Se descubrieron las leyes naturales y el por qué de las cosas. Así la humanidad podría liberarse del yugo mítico, del fatalismo.
Se crearon los estados nacionales y progresívamente fueron haciéndose laicos, separando el poder político del poder religioso. Los dioses fueron desenmascarados por la ciencia, hasta el punto de que Nietzsche dijo su célebre frase: Dios ha muerto. Fue una creación humana y los mismos hombres lo matamos al dejar de creer en Él.

...Pero desde hace unas cuantas décadas, desde mediados del siglo XX, se está producendo el camino inverso.

Efectivamente los avances científicos y tecnológicos nos han permitido dominar la naturaleza. Podemos saber con suficiente antelación cuándo va a producirse una erupción volcánica, o un terremoto o un huracán. Podemos modificar el ADN y pedir niños "a la carta". Los habitantes del mundo industrializado hemos llegado a un punto de separación de la naturaleza en el que desde que nacemos, prácticamente todo lo que nos rodea es artificial; creado o modificado por la mano del hombre.
Si las sociedades antiguas, como los indígenas americanos, vivían en perfecta conexión con la naturaleza, sintiéndose un único ser, nosotros prácticamente no tenemos nada que ver con ella. Nos separamos de ella, la miramos como ajena a nosotros y nos proponemos dominarla y ponerla a nuestro servicio. El hombre se enfrenta así a sus viejos dioses, y aparentemente vence.
Hasta no hace tanto tiempo la organización de la vida social se hacía conforme a la naturaleza. El ritmo de la vida lo marcaban las estaciones del año y las cosechas. En torno a ellas se hacían las festividades y su ritmo dependía también del clima. La alimentación también dependía de lo que la tierra daba en cada época del año, etc.
Hoy en día nuestro calendario nada tiene que ver con eso, y las festividades que se mantienen responden más a un sentido folclórico, tradicional o religioso (no olvidemos que la iglesia católoca adoptó y cristianizó muchas festividades ancestrales paganas que respondían al ritmo de la naturaleza y no a Dios). Ya casi nadie sabe dónde está el origen de cada festividad, y los gobiernos no dudan en cambiarlas y redistribuirlas en el calendario laboral para sí optimizar la producción.
Ya no sabemos qué productos son de temporada, ni falta que hace. Los invernaderos y la importación permite que siempre tengamos de todo aquello que nos apetezca comer.
Si antes se vivía conforme al orden natural, ahora la cultura (tal vez habría que decir la hipertrofia de la cultura) convierte casi todas las relaciones humanas en algo artificial y desnaturalizado.
Podría pensarse que la racionalidad de nuestras sociedades nos libera del mito, nos hace más conscientes y de esa manera nos permite progresar. Nada más lejos de la realidad.

Si antiguamente lo que resultaba inasequible para el entendimiento humano eran los asuntos divinos y las leyes de la naturaleza, hoy en día lo que resulta inasequible para la mayoría de ciudadanos occidentales es la propia cultura y sociedad en la que vivimos. Y, dado que nuestras sociedades son artificiales, la cultura y las instituciones tienen para nosotros la importancia y los efectos que para nuestros antepasados tenía la naturaleza. Las instituciones y sistemas creados por el hombre pueden tener la fuerza devastadora de tsunamis y volcanes. Aunque a diferencia de los sucesos naturales, que son ajenos a nuestra voluntad, los sucesos artificiales son creaciones nuestras y podemos modificarlas. La política, la economía, relaciones internacionales, ciencia, tecnología, derecho... Son materias tan complejas que no están al alcance del entendimiento de la mayoría de la población.

Se ha creado una nueva teología, como ya se viene diciendo desde hace tiempo, en la que se reproducen las instituciones míticas pero con un cambio fundamental. Donde antes estaba el olimpo de los dioses, ahora está el mercado capitalista. Donde antes estaban Zeus, Ares, Poseidón, Odín o Thor, ahora están Goldsman & Saachs, Standard & Poor´s, Moodie´s, Botín, Amancio, Deutsche Bank, etc.

Al igual que la naturaleza encarnada en las divinidades tiene sus propias leyes inquebrantables, también el mercado capitalista tiene las suyas.
Las leyes del capitalismo son: propiedad privada, acumulación y crecimiento constante. Los mercados, con su poder absoluto y sobrenatural, funcionan para y por estos tres elementos. Los mercados tienen un poder absoluto, no rinden cuentas ante nadie más que sí mismos (la asamblea de los dioses olímpicos), y utilizan todo su poder para influír en el mundo real y garantizar que se cumplen las tres reglas sagradas. El crecimiento económico es un fin en sí mismo. Igual que si no se piensa en los dioses éstos desaparecen, si el capitalismo no crece, muere.
Entonces, los mercados, cegados en la búsqueda de la acumulación y el crecimiento, desencadenan unas situaciones catastróficas para millones de personas. Como podía hacer una hambruna hace mil años, la especulación de los mercados con los alimentos puede matar a cientos de miles de personas. Si hace mil años la peste negra eliminó a un tercio de la población europea, la segunda guerra mundial tuvo un efecto similar. Si un incendio puede provocar la destrucción de bosques enteros, ahora la devastación del planeta la lleva a cabo el mercado.
Y tal como Dios destruyó Sodoma y Gomorra por desviarse de las normas divinas, así los mercados han arrasado multitud de ciudades y países por empeñarse en ser díscolos. Podemos hablar de Nicaragua, Chile, Irak, Cuba...
Si la unión del poder político y religioso podía dar lugar a tiranías "legítimas", de la misma manera la unión entre el poder político y el mercado legitima ante mucha gente el poder despótico del partido en el gobierno. - Tomamos éstas decisiones porque son las últimas posibles. Nosotros y nuestros expertos (que tenemos línea directa con los mercados cuando entramos en trance durante nuestros bailes ceremoniales puestos de peyote hasta las cejas) conocemos las medidas necesarias para calmar a los mercados, darles certidumbres y así poder seguir creciendo.Sabemos que hay a quienes no les gustan. Sabemos que pueden ser la mayoría de la población, pero no tenemos más remedio que ignorarles, porque ellos no saben, no comprenden que éste es el único camino posible-.
Las fuerzas de los mercados, como las de los dioses, son sobrenaturales. Los humanos no debemos ni siquiera soñar con desafiarlas, puesto que moriremos o padeceremos mil penurias en el intento. Así, las fuerzas de los mercados son consideradas en la nueva mitología un poder omnipotente. Los ciudadanos de a pie nos encontramos bajo sus designios, sufrimos sus crisis y sus guerras, pero se nos dice que es imposible enfrentarse a ellos. Ni siquiera los poderosos estados nacionales osan contradecir a esas nuevas y artificiales divinidades, que de vez en cuando expresan sus voluntades y designios diréctamente a través de sus oráculos; el FMI, BCE y BM.
Además el concepto de justicia o injusticia no es aplicable a los mercados. ¿Alguien puede osar a juzgar la legitimidad de Zeus y no ser un loco? Los dioses, y también los mercados, hacen lo que hacen obedeciendo a sus propias leyes. actúan como actúan y así ha de ser. No tiene sentido hacerles responsables o culpabilizarles por el mal que provocan. Si los humanos no hubiesemos pecado o faltado, no sufriríamos el castigo.

Como si de chamanes o sumos sacerdotes se tratara, en nuestra sociedad podemos encontrar una élite de expertos que tienen la capacidad de comunicarse con los mercados, recibir sus demandas y transmitirselas al resto de mortales. Los demás no entendemos los procesos que nos llevan y nos traen, pero nos fiamos de los economistas, tecnócratas y políticos que nos dicen. -Ésto es lo que los mercados piden. Carne humana. Tenemos que darsela y confiar que así se tranquilicen-. Nadie sabe a ciencia cierta si se conseguirá, ya que los mercados, como los dioses, son impredecibles. Hoy pueden querer la privatización de la sanidad española y mañana ya no ser suficiente. Pero el mensaje es ese; no tenemos otro camino más que obedecer a sus leyes y tratar de ganarnos su favor, con el convencimiento de que si les honramos como quieren y obedecemos a sus designios, nos permitirán llevar una vida tranquila y feliz, llena de satisfacciones. Pero si nos enfrentamos a ellos... Caerá sobre nosotros su cólera.
Y qué es lo que, a grandes rasgos, piden los mercados? Propiedad privada, acumulación y crecimiento. Pues eso es lo que tenemos que darles. Si los altos salarios, servicios públicos, legislación laboral y medioambiental, impuestos a las empresas y persecución del fraude a gran escala, frenan el crecimiento... Se prescinde de ellos y punto.
Así, toda la estructura social, desde las leyes, economía, policía, educación, familias, estado, ciencia... Deben estar orientadas a garantizar el crecimiento y no entorpecer ni la propiedad privada ni la acumulación.
Es cierto que eso tiene unas consecuencias colaterales. Si se crece mucho pero se acumula cada vez más significa que la riqueza se reparte menos y que progresivamente hay gente a la que toca una parte pequeña, muy pequeña o nula (más de mil millones de personas viven con menos de un dólar diario). Conlleva también que los recursos naturales y humanos que podrían utilizarse para satisfacer necesidades básicas (o al menos necesidades reales) se emplean en producir cosas absurdas e innecesarias, cuando no diréctamente nocivas para la salud y el medio ambiente. Todo para continuar creciendo y que la rueda no se pare.

A los dioses del pasado había que rezarles. En cada comunidad se erigía un templo, o una iglesia. Sin escatimar en gastos; la acumulación de riquezas era ostentosa. Los fieles tenían la obligación para con Dios de acudir periodicamente a rezar, depositar ofrendas... Así el Dios o dioses estaban contentos y no jodían la vida a los fieles.
¿No se ha sustituído el culto religioso por el culto al mercado? En cada localidad, por pequeña que sea, encontramos grandes y ostentosos centros comerciales. Los modernos templos erigidos al mercado. Allí se congregan los fieles para cumplir con sus obligaciones. Consumir.
Así satisfacen a los mercados permitiendo que la producción aumente y el crecimiento no se detenga. Hay que comprar todo lo que se pueda, y no importa si es necesario o no, porque si se cumple con el precepto los dioses responderán haciéndonos felices. ¿No es eso lo que dicen los anuncios publicitarios colocados por doquier? Ahora bien, si no se hace, si el consumo decae... El crecimiento se detiene y la ira divina caerá sobre nuestra pequeña y pagana comunidad. ¿No envió Dios un diluvio de cuarenta días y cuarenta noches? No debemos esperar menos si nosotros nos apartamos del mercado.

A medida que el poder teocrático (la palabra de Dios hecha ley) se hizo fuerte también se ha volvió intolerante. Si los primeros cristianos fueron perseguidos por el imperio romano acusados de cuestionar a los dioses paganos, la iglesia católica, al lograr convertirse en religión oficial, emprendió en nombre de Dios una persecución contra cualquier interpretación de la palabra divina que se apartase del dogma de Roma (paradójicamente también lo hizo el calvinismo cuando, tras ser perseguido por la Iglesia Católica logró asentarse en Ginebra y lograr el poder, persiguiendo a otros).
También el poder tecnocrático (la palabra de los mercados hecha ley) ataca con furia divina a cualquier otra interpretación de la economía que ponga en riesgo su supremacía. Antes los cátaros, ahora los comunistas o los socialistas. Antes los masones, ahora los decrecentistas. Antes las brujas, ahora los anarquistas. Antes las cruzadas, ahora la lucha contra el terrorismo.
Por supuesto que para poder llevar a cabo una persecución eficaz, hay que contar con un aparato militar importante. La Iglesia Católica Apostólica Romana contaba con los ejércitos vaticanos y con el apoyo de multitud de reyes cristianos dispuestos a poner dinero, armas y hombres a su servicio. Hoy en día el mercado tiene a su servicio el poderoso ejército de los Estados Unidos Y por si eso no fuera suficiente, cuenta también con multitud de estados vasallos dispuestos a porporcionar legitimidad (Aznar en la foto de las Azores), infraestructura (España y los vuelos secretos de la CIA), y ejércitos y bases (OTAN).

Pero para que el poder divino sea realmente efectivo, no puede sustentarse exclusivamente en la fuerza bruta. Tiene que estar profundamente interiorizado y aceptado por la población. Ha de formar necesariamente parte fundamental de la cultura, estar arraigado en lo más profundo de cada individuo. Por eso en otros tiempos la educación fue monopolizada por el poder religioso. La vida de cada niño debía girar en torno a la religión, al temor y amor a Dios, conocer el dogma, los sacramentos, los valores. Ser premiados cuando se cumplían y castigados cuando no.
Hoy en día la educación es controlada por el mercado. Aunque la iglesia todavía cuenta con una gran cantidad de centros de enseñanza, el sistema educativo está regulado por las leyes que dicta el gobierno. Así, la educación de los niños es cuidadosamente dirigida al conocimiento y aceptación de los dogmas, cultura, valores y hábitos del mercado, junto con un adiestramiento técnico acorde a las necesidades del mismo. (no por casualidad la reforma educativa aumenta las cargas lectivas en asignaturas instrumentales y las disminuye en las de humanidades).

Es cierto que no toda la sociedad comulga con el discurso mítico al que nos hemos referido. Existen muchas decenas de miles de personas, en nuestro país y en el mundo, que piensan que la sociedad tiene que reaccionar y darse cuenta de que las leyes del capitalismo llevarán el planeta a la destrucción. Hay grupos que se esfuerzan en hacer llegar a la gente el mensaje de que el discurso mítico de los mercados es un fraude inventado para que no nos rebelemos contra quienes mandan.
Pero no son la mayoría y tampoco tienen poder. Las autoridades y los medios de comunicación, como sacerdotes divinos que son, les silencian y si es necesario también les persiguen. Les llaman herejes, antisistema, brujos, radicales. Y se justifica su persecución por el riesgo que suponen para el progreso, el crecimiento y el bienestar de la mayoría.
Tal vez, y sólo tal vez, esas grandes minorías tengan algo de razón en lo que dicen. Y al menos, si el resto nos replanteamos nuestros dogmas, tal vez podamos darnos cuenta. Que el mercado no es economía, sino una forma de economía. Que el estado no es gobierno, sino una forma de gobierno.
Que el capitalismo sin control nos llevará al desastre humano y medioambiental. Que él mismo no va a controlarse, y los políticos tampoco van a hacerlo si los ciudadanos no les obligamos a ello.
Y para eso primero tenemos que tener muy claro que... ¡Es posible!

lunes, 1 de octubre de 2012

Empoderamiento ciudadano


Antes de la democracia y de que la constitución reconociera a todos los individuos el estátus de ciudadanos, los derechos y libertades que hoy nos parecen "naturales" como el voto, reunión, libertad de expresión, etc, no existían más que para unos pocos privilegiados. Las clases populares no tenían derecho a intervenir en la vida política, ni siquiera de forma representativa. Eran oprimidos y siempre lo habían sido, ya fuese por el señor, el amo, el empresario, el rey o el obispo.
Estaban expuestos a una gran inseguridad y por eso los obreros, vecinos, estudiantes, artesanos, jornaleros desrollaron entre ellos fuertes vínculos y redes sociales, para protegerse y ayudarse unos a otros. Una desgracia sucedida a una familia del pueblo incumbía también a sus vecinos, que se volcaban en ayudar. Una desgracia sucedida a un obrero en la fábrica incumbía a sus compañeros, que se apresuraban a apoyarse (aunque los obreros fabriles conservaban la solidaridad como reminiscencia de un pasado cercano en el pueblo. La conciencia de clase la recuperó, pero la vida en las ciudades es un germen para el individualismo). La cultura popular era solidaria, tal vez por necesidad, tal vez por supervivencia.
Cuando a la cultura solidaria popular se le sumó una ideología emancipatoria como el socialismo, fue fácil que cristalizara en organizaciones de diversa índole, de manera que actuando juntos y coordinados, consiguieron un poder real que podían utilizar para mejorar sus vidas.
Cuando los obreros comenzaron a organizar las primeras huelgas, éstas no eran legales. Los obreros no tenían el derecho a organizarse en sindicatos ni convocar huelgas. El gobierno y los empresarios podrían decir en aquella época – Quéjense si quieren, pero deben respetar el marco legal, ¡no pueden saltarse las leyes a la torera! -. Si los obreros hubieran obedecido las leyes, tal vez hoy todavía tendríamos las condiciones laborales del S.XIX. Pero no lo hicieron. Desobedecieron, se enfrentaron a los palos, la cárcel y las balas para conseguir poner en pie una herramienta que en los años sucesivos ayudó enormemente al empoderamiento real de la clase trabajadora. Gracias a organizarse en sindicatos y a convocar huelgas, los obreros lograban intervenir en un área que hasta entonces era monopolio de los empresarios; la economía. En pleno auge del capitalismo industrial, los obreros eran capaces de detener la producción de forma indefinida. Evidentemente eso suponía un grave problema para el sistema capitalista que en esos años se basaba en la producción. Primero trataron de evitarlo utilizando su fuerza y la del Estado. Policía, pistoleros, represión, despidos... Pero las redes de los obreros, sus cajas de resistencia, apoyo mutuo y solidaridad, hacían frente con éxito a las agresiones estatales – empresariales. Los obreros, insignificantes individualmente o en pequeños grupos, tenían una fuerza descomunal al organizarse. Habían equilibrado la relación de fuerzas, se habían empoderado.
En los años siguientes la clase trabajadora consiguió muchas mejoras y derechos, no porque el gobierno se los concediera, sino porque conseguían arrancarlos. Habían logrado poder, y lo ejercían sin formar parte de gobiernos ni parlamentos.Crearon sus propias redes culturales, ateneos, escuelas libres, casas del pueblo, prensa, incluso estructuras económicas como colectividades y cooperativas.
La dictadura destruyó todas esas redes.
Con la llegada de la democracia, el Estado se asignó la misión de velar por los derechos alcanzados por los ciudadanos. Éstos sólo tenían que elegir a sus representantes en el parlamento, en los comités de empresas, en los consejos escolares, en las juntas municipales... De manera que las redes sociales ciudadanas, las organizaciones de base que constituyeron el poder real de los ciudadanos y que durante el franquismo trataron de sobrevivir en la clandestinidad, ya no tenían razón de ser. Se disolvieron y fueron sustituídas por organizaciones institucionalizadas de representantes. 
El poder real de los ciudadanos desaparece y se transforma en un poder transferido a quienes se supone que representan su voluntad.
Los años han demostrado que las organizaciones encargadas de representar los intereses colectivos no cumplen con su función. Ni los partidos políticos, ni los sindicatos (conviene recordar que sólo UGT y CCOO tienen el estátus de representativos a nivel nacional) son realmente democráticos aunque traten de aparentarlo, ya que las constitución les obliga (art. 6 y 7). Las bases son meras comparsas, y unas cúpulas áltamente burocratizadas deciden sin tener en cuenta más que sus propios intereses; fundamentalmente mantener cuota de poder.
Entonces los ciudadanos que antaño formaron grupos de base, quienes lograron enpoderarse y arrancar derechos, junto con sus descendientes nacidos ya en democracia y sin conocer otra cosa más que la representatividad, se desengañan. Exigen, no acabar con la democracia, sino más democracia, lograr ser tenidos en cuenta como en otra época lo fueron. Es decir, buscan empoderarse de nuevo, no metiendo a diputados en el parlamento, sino que los parlamentarios tengan que tenerles en cuenta para gobernar, nivelar la relación de fuerzas.
Lo que sucede es que cuando queremos hacer ésto nos encomtramos con una sociedad muy diferente de aquella que se empoderó gracias a sus vínculos y organizaciones. Porque el individualismo se ha impuesto de manera que pocos se sienten unidos a sus compañeros (no ya de oficina, sino trabajadores en general. No ya amigos de clase, sino estudiantes en general. No ya con el vecino de la puerta de al lado, sino con el barrio, etc). El vínculo social está roto y ha sido sustituído por la competitividad extrema entre nosotros. Puede que la clase obrera no exista ya tal y como la definió Marx, pero existe una diferencia fundamental entre quienes acaparan la propiedad privada, el capital, el poder económico, político e ideológico... Y aquellos que nacen con la obligación de vender su fuerza de trabajo (física o intelectual) para poder vivir.
Que no pueden siquiera decidir donde trabajan, sino aceptar el trabajo que se les ofrezca.
Que no tienen capacidad para decidir realmente sobre sus propias vidas y mucho menos sobre el rumbo del país, por mucho que la propaganda oficial nos diga lo contrario. 
El problema es que muchos nos lo hemos creído. Hemos asimilado la cultura, idología y argumentos de quienes tienen el poder, y creemos que para vivir mejor tenemos que competir con nuestro vecino en lugar de colaborar con él. El mercado ha colonizado todas las áreas que en su momento conquistaron los ciudadanos. Tanto la educación como los medios de comunicación, la economía, la cultura... Pertenecen al mercado.

La propaganda oficial es my poderosa y no para de repetir que democracia es votar, que si no estamos contentos cambiemos nuestro voto, que el estado de derecho no permitirá transgredir las normas, que los políticos son los representantes legítimos del pueblo, etc.
Pero no dicen que el poder real, aquel que no reside en el parlamento, lo acaparan otros grupos. Que los mercados, los grandes capitales, empresarios etc, se agrupan en lobbys, patronales y confederaciones sectoriales, y ellos no recurren al voto para conseguir lo que quieren. Tienen poder real y lo ejercen. Un poder real del que privan a los ciudadanos, y que muchos de nosotros nos lo negamos también o ignoramos siquiera la posibilidad de su existencia.
Por lo tanto el problema es doble.
      • Por un lado, los vínculos comunitarios están rotos, y los ciudadanos estamos mutando (como dijo Pasolini) en consumidores. Muchos ciudadanos no desean empoderarse, ni siquiera se lo plantean y si lo hacen no entienden para qué serviría. Ya hay otros – piensan ellos – que se encargan de éstas cosas. La política a los políticos. Yo lo que quiero es tabajo y recuperar mi nivel de vida. Comprar y consumir a tutiplen.
      • Por otro lado aquellos muchos que desean empoderarse de nuevo, están desorientados. Dan palos de ciego sin saber cómo adaptarse a la nueva realidad. Buscan las viejas organizaciones que en su momento sirvieron, pero éstas o no están o ya no son útiles. Piensan en nuevas formas de organizarse más allá de los paradigmas conocidos, pero esa es una difícil labor, y hasta ahora no se está consiguiendo satisfactoriamente.

SINDICATOS. En nuestro país existen muchos, algunos de ellos muy combativos, pero al igual que sucede con los partidos políticos, la representatividad de los trabajadores está institucionalizada en los sindicatos mayoritarios; UGT y CCOO. Al igual que sucede con PSOE PP en el ámbito de la política nacional, reciben prebendas y trato preferente por parte de la legislación, por lo que la libre competncia entre organizaciones queda totalmente viviada.
Con respecto a los grandes sindicatos, han perdido mucha fuerza debido a la desindustrialización, al auge del sector terciario, a la pérdida de la solidaridad y la conciencia de clase, la aumento de la población desempleada, a la división entre autónomos, temporales, fijos, funcionarios, precarios, subcontratados etc. Aparte hay que sumar los ataques que les han lanzado y les lanzan sistemáticamente desde el neoliberalismo político e ideológico con el fin de debilitar las organizaciones obreras para minar su resistencia en el proceso de desmantelamiento del Estado de Bienestar. A eso hay que sumar también la función reaccionaria que en demasiados casos hacen éstas organizaciones dentro y fuera de las empresas, tratando de conseguir votos en las elecciones a toda costa para que repercuta en delegados y representatividad (en mi pasado sindicalista he vivido las situaciones de listas pro empresas diseñadas por éstos sindicatos), y anteponiendo los intereses de sus organizaciones a los de la sociedad en general y la clase trabajadora en particular. A su pérdida del carácter revolucionario puesto que en el pacto social aceptaron el sistema capitalista, el crecimiento como máxima, la propiedad privada sin límites. Criticar el capitalismo sin criticar el crecimiento es una incoherencia.
El índice de afiliación es bajísimo, pero los trabajadores no se han desafiliado a los sindicatos para participar en otras organizaciones, sino que ha dado como resultado un vacío.

HUELGA: para convocar una huelga general, que es la única con fines emancipatorios globales, en primer lugar hay que contar (si no legalmente, sí de facto) con la convocatoria de las grandes centrales sindicales, y éstas sólo lo hacen cuando interesa a sus propios intereses. Aun así, cuando las convocan, tienen problemas para conseguir grandes índices de participación dado su gran desprestigio social.
Además la huelga es inasumible para muchos trabajadores que no pueden soportar económicamente más de uno o dos días sin salario.
En el sector servicios, la precariedad e inseguridad laboral hacen al trabajador mucho más vulnerable a las presiones del empresario. Al estar físicamente separados, los trabajadores no desarrollan el sentimiento de camaradería de las grandes inductrias (en la lucha de los mineros pude ver el último reducto de ese tipo de compañerismo y lucha abocado a la extinción).
Aunque la huelga lograra ser exitosa, hasta ahora en democracia no se ha convocado más de un día. Las leyes limitan mucho el derecho de huelga, ya que los servicios mínimos impiden que el país quede económicamente paralizado. Aunque supone perjuicio, las empresas se preparan para aguantarlo y al día siguiente paz y después gloria.

MANIFESTACIONES: al igual que sucede con el derecho a la huelga, que formalmente se reconoce pero en la práctica está capado, el derecho a manifestarse es similar. Primeramente, la debilidad de las organizaciones tradicionales dificultan la convocatoria masiva, el boicot de los medios de comunicación y su tergiversación de las causas e intereses ante la opinión público, priva a las manifestaciones populares de parte de su fuerza. Las leyes obligan a los manifestantes a respetar los lugares y límites que marcan las autoridades (que normalmente son el blanco de las manifestaciones), y el aparato represivo está siempre preparado para actuar implacablemente en cuanto alguien quebrante la normativa.
Aaun en el caso de que, como sucedió durante el movimiento 15M en 2011, se superen los obstáculos, el movimiento conecte con gran parte de la ciudadanía y se sucedan manifestaciones masivas... Aunque se pille a contra pie a los MMCC y no se atrevan a oponerse frontalmente al movimiento (al menos al principio, hasta que se recolocaron y contraatacaron destrozándolo a ojos de la opinión pública en cuestión de meses)... Su resultado es nulo. Es decir, las manifestaciones por sí solas no cambian realidades, no obligan a gobiernos a modificar su postura. Porque la tesitura en la que nos ponen es que si cumplimos las normas nos dejan manifestarnos, gritamos ante edificios vacíos y luego nos vamos sin cambiar nada. Si los ánimos se encienden y se decide a desobedecer, el aparato represor caerá con toda la fuerza de sus porras y pelotas de goma. Por lo tanto una manifestación es muy útil como comienzo, como pulso, como toma de contacto, como acumulación de energía. Pero una vez sucede hay que llevar esa energía hacia alguna parte, ya sea la revolución (si se consigue aglutinar a una parte importante de la población, cosa que es difícil enfrentándose al poder brutal de los MMCC) o la puesta en marcha de proyectos políticos ciudadanos de diversa índole. Si el 15M sacó a la calle a cientos de miles de personas sirve para calcular el potencial de participación y aceptación de proyectos.

En conclusión:
SINDICATOS: han de seguir existiendo, son una herramienta útil para lograr mejoras o más bien evitar agravios y ataques a los trabajadores tanto en las empresas como en las leyes. Pero ya no son las organizaciones que aglutinan a la mayoría de la población como sucedía con la clase obrera hace décadas.
HUELGAS: herramienta a seguir utilizando en las luchas sindicales y tal vez con carácter revolucionario si la situación de conflictividad social llega a ciertos límites y la gente está dispuesta a hacerla indefinidamente y saltandose las normas.
MANIFESTACIONES: útiles herramientas para tomar el pulso, para reunir fuerzas, pero mueren por sí solas si no se traducen en iniciativas que canalicen la energía.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Hay Alternativas... Aunque PRISA las boicotee.

Sobre el libro del profesor Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón


Desde 2008 parece que no se habla de otra cosa que de la crisis. De lo mal que estamos, de que hemos gastado más de lo que teníamos y vivido por encima de nuestras posibilidades; de la nefasta gestión del PSOE, de si necesitamos un rescate o por el contrario una línea de crédito... A diario cualquier ciudadano español recibe un bombardeo de información y análisis económico en los medios de comunicación: seguimiento de las bolsas, análisis de los mercados, minuto a minuto de la prima de riesgo, declaraciones de Angela Merkel, del señor Draghi, de la Comisión Europea... Rajoy anunciando nuevas, dolorosas e inevitables medidas para reducir el déficit... Y todos, absolutamente todos los periodistas y economistas de todos los medios de comunicación, repitiendo el mismo discurso; NO HAY OTRO CAMINO. Se están tomando las únicas medidas que pueden sacarnos de la crisis y devolver a España a la senda del crecimiento, que es sinónimo de bienestar.
La gente de la calle repite resignada los argumentos que reciben por todos y cada uno de los medios. Les gustaría que las cosas pudieran ser de otra manera, pero desgraciadamente no lo son. Total, los ciudadanos no entendemos lo suficiente sobre economía, ni disponemos de información veraz como para sacar nuestras propias conclusiones. Por lo tanto tenemos que fiarnos de lo que dicen los que saben; los políticos y los economistas. Y todos dicen que NO HAY OTRO CAMINO.
A la gente de la calle no le gustan las medidas que está tomando el gobierno español, pero muchos se resignan ante la imposibilidad de hacer otra cosa.
 -¿Acaso van a estar equivocados todos los economistas y tú sabes más que ellos? – me dicen cuando les explico que hay otras opciones posibles, pero que los gobiernos siempre eligen la que más favorece a los intereses del mercado, que al fin y al cabo son los que mandan.

Hay que ser conscientes de que la propaganda funciona. Los mercados y su entorno han cerrado filas para evitar que ningún economista crítico, ninguna propuesta alternativa para salir de la crisis, puedan entrar en el circuito de los mass media. Y mucho menos si las propuestas son realistas y factibles. A la gente de la calle no debe llegarle ningún otro mensaje que el de los mercados. Y lo están consiguiendo. Para muestra un botón.

Tres economistas españoles como son Viçenc Navarro (Catedrático de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Pompeu Fabra) , Juan Torres López (catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla) y Alberto Garzón Espinosa (economista, actualmente diputado por IU) decidieron escribir conjuntamente un libro llamado Hay Alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España, en el que proponen un análisis de la crisis y unas medidas concretas para salir de ella, diferentes y más beneficiosas para la mayoría de ciudadanos que las que se están tomando.
Con el libro terminado, los autores lograron que el prestigioso lingüista y politólogo norteamericano Noam Chomski lo prologara, y llegaron a un acuerdo con la editorial Aguilar para que lo publicara y distribuyera.
Estaba previsto que el libro viera la luz en octubre de 2011, y ya se había empezado a hacer la promoción en la página web de la editorial y también en librerías.
Pero unas semanas antes de la fecha, los responsables de Aguilar se pusieron en contacto con los autores para informarles de que la publicación quedaba pospuesta, sin dar razones ni nueva fecha de salida. Todo indicaba que la editorial del grupo PRISA había perdido interés en publicarlo.
¿Cuales podrán ser las razones para que la editorial que primero se mostró interesada se echase atrás en el último momento? Como soy un malpensado y un conspiranoico, he elaborado mi propia y retorcida teoría.
El citado libro "HAY ALTERNATIVAS" ofrece unos argumentos y propuestas no sólo diferentes a los que ofrecen los medios del mercado (osea, todos), sino que además podrían resultar muy peligrosos para sus intereses si tuvieran aceptación entre la población. Si quienes están sufriendo con resignación los ajustes de la crisis, entienden que las cosas no tienen por qué ser así, tal vez exigan que empiecen a hacerse de otra manera. La editorial Aguilar pertenece al emporio de la comunicación Grupo Prisa, que se las suele dar de progre y sociata en algunos de sus medios, como El País y la SER. Pero cuando rascamos un poco y miramos quién es el dueño del gupo, las cosas toman otro color.
El actual accionista mayoritario es Liberty Acquisition Holding, un grupo norteamericano de inversores que posee el 57,7% de las acciones. Detrás de Liberty están la banca española y mundial. La familia Polanco conserva un 30% y el resto está en manos de accionistas minoritarios.
Los directivos y miembros del consejo de administración de PRISA también lo son de empresas como Aguirre & Newman, Sacyr Vallehermoso, Libertas 7, Banco de Valencia, Caixa Galicia, Qualitas Venture Capital, Abengoa, Bioetanol Galicia, Armani, Adolfo Dominguez, Altadis, Vodafone, Roche Farma, Iberia, entre otras.
Tal vez alguno de éstos directivos y consejeros leyó el manuscrito y dijo..... ¡¿¡Comorrrrrrr??!!
Cierto es que cuando alguien escribe un libro por el interés de difundir unas ideas, propuestas y argumentos, y no con ánimo de lucro, es relativamente sencillo sacarlo a la luz. Así los autores se pusieron en contacto con la organización ATTAC y la editorial madrileña Sequitur, que estuvieron encantados de publicarlo.
Por supuesto el libro dispondría de menos recursos para su distribución y promoción con una pequeña editorial que con el gigante del grupo PRISA, así que los autores optaron por ofrecerlo gratuítamente en la web, con el objetivo de darle la mayor difusión posible.
Podéis descargar el libro en
www.attac.es
www.sequitur.es

Os recomendamos encarecídamente leerlo y os animamos a que lo paséis a vuestros compañeros, amigos y familiares, en especial a aquellos a quienes penséis que más puede abrirles los ojos.

sábado, 14 de julio de 2012

Los veinte de siempre. Crónica de las protestas frente a las sedes del PP, PSOE y Congreso


Tengo que comenzar éste escrito advirtiendo que estoy muy cabreado y profundamente decepcionado.
El gobierno conservador del Partido Popular lanzó el pasado miercoles una serie de propuestas de ley que suponen los más graves recortes sociales de los últimos tiempos. Teniendo mayoría absoluta en el Parlamento y en el Senado es evidente que dichas propuestas se convertirán en leyes.
Señores, que nadie se lleve a engaño. El Partido Popular representa los intereses de las clases dominantes, y de acuerdo a su ideología, a sus principios y a sus intereses de clase, está salvaguardando los privilegios de las clases acomodadas a costa de los trabajadores de éste país. Su talante es dictatorial y chulesco, como bien ha demostrado la infame hija del infame Fabra. Motivos para estar cabreados hay más que de sobra, y por eso cuando me enteré de que se habían convocado concentraciones de protesta frente a las sedes del PP, del PSOE y en el Congreso de los Diputados, no dudé ni un momento en acudir.
Al llegar a la calle Génova me encuentro con que la policía tiene encajonados a los cientos de concentrados en la acera, sin permitirles cortar la calle. El clima es de enfado total, y la gente no cesa de gritar y de silvar. Ninguna bandera de partidos ni sindicatos. Todo era gente que había acudido a título individual, convocada por las redes sociales de manera urgente y sin gran difusión. Un jubilado iba repartiendo carteles caseros que había estado preparando en su casa en contra de los recortes. Desde el primer momento me pareció una de las concentraciones más calientes a las que he asistido últimamente. No dejaba de llegar gente y al rato era evidente que no cabíamos en la acera y que dijera lo que dijese la policía ibamos a cortar la calle. Aunque al principio los antidisturbios reaccionaron poniéndose los cascos en señal de amenaza, supongo que recibieron órdenes de permitir el corte del tráfico y pudimos invadir la calle.
Me extrañó mucho ver que a pesar de la austeridad que predica el gobierno, un helicóptero de la policía estuviera sobrevolando la zona, a todas luces innecesario (todavía no soy capaz de entender el motivo), y con el elevado coste económico que supone.
Los concentrados estuvimos cerca de una hora cagándonos en la puta madre de quienes suelen ocupar las oficinas de la calle Génova, y cuando la policía comenzó a presionarnos les dejamos con tres palmos de narices dándonos la vuelta y marchando hacia la sede del PSOE en la calle Ferraz. A pesar de ser una concentración no autorizada, la policía cortó el tráfico a lo largo de todo el recorrido, y la marcha, que se había convertido ya en manifestación, encaró la calle Ferraz.
Al llegar allí nos encontramos con un cordón policial que cortaba el acceso al edificio donde se encuentra la sede del PSOE. Los manifestantes nos situamos en la calle Marqués de Urquijo y continuamos con los gritos. Entre los cánticos que se escuchaban destaco el "Te va a votar tu puta madre" dedicado al PSOE, y otros dedicados a la policía, en tono fraternal incitándoles a sumarse a la protesta. Decidí situarme en la primera línea, frente a la linea represora. Allí me mezclé con un grupo de bomberos de Madrid que llevaban camisetas con el texto "Bomberos Quemados", y unas cuantas personas más, que en ningún caso serían más de veinte, empeñados en cruzar la barrera que la policía interpuso entre los manifestantes y la sede socialista. Por momentos llegaron a los empujones y la policía les repelía amenazando con cargar. Los veinte de siempre increpaban al resto de manifestantes gritando - ¡Vamos todos, joder! ¡A por ellos! - Y a pesar de que el resto de manifestantes no tenía el menor interés de provocar enfrentamientos, y se mantenían a una distancia prudencial, ellos seguían erre que erre.
Señores, el objetivo de la concentración, y para lo que fuimos convocados, era protestar frente a las sedes de los partidos y en el Congreso, y eso era lo que estábamos haciendo. Nadie quería llegar a la sede del PSOE (que por cierto estaba vacía) y... ¿Asaltarla? ¿Saquearla y prenderle fuego después? La impresión que me dió era que los veinte de siempre disfrutan con los disturbios, liberan adrenalina y los provocan para divertirse. Yo les propondría que en lugar de aprovechar una concentración ciudadana, acudan el día de la semana que prefieran a la comisaría más cercana a su casa y seguro que un grupo de maderos estarán encantados de propinarles una buena tunda. Ellos me dirán ¿Qué derecho tienes tú a decirnos lo que debemos hacer o a censurarnos por expresar nuestra rabia de la manera que nos parezca? A lo cual yo les contesto con otra pregunta ¿Qué derecho tenéis vosotros a decidir en nombre de 3 ó cuatro mil personas que la concentración se convierta en una batalla campal?
Creo que desafiar a la policía fue necesario a la hora de cortar la calle, y lo hicimos. Creo que desafiar a la policía y enfrentarnos a ella será necesario cuando nuestro objetivo sea ocupar el Congreso, o cuando traten de impedirnos utilizar nuestro legítimo derecho a la protesta. Pero en este caso, ofenda a quien ofenda, hemos cometido el error de permitir que un insignificante grupo de exaltados camorristas actuara en nombre de todos. Y no es que me importe lo más mínimo que Telemadrid lo utilice para desacreditarnos. Lo que realmente me molesta es que acabemos a la gresca sin ningún sentido, cuando no era la voluntad de la mayoría.
Compañeros, debemos comenzar a trazar estrategias, a canalizar nuestra rabia de manera productiva, a congregar cada vez a más gente, a convencer con argumentos a quienes todavía creen las mentiras del gobieno. Y cuando tengamos que enfrentarnos al aparato represivo del Estado, que sea porque podemos ganar.
Salud y lucha!