Tengo que comenzar éste escrito
advirtiendo que estoy muy cabreado y profundamente decepcionado.
El gobierno conservador del Partido
Popular lanzó el pasado miercoles una serie de propuestas de ley que
suponen los más graves recortes sociales de los últimos tiempos.
Teniendo mayoría absoluta en el Parlamento y en el Senado es
evidente que dichas propuestas se convertirán en leyes.
Señores, que nadie se lleve a engaño.
El Partido Popular representa los intereses de las clases dominantes,
y de acuerdo a su ideología, a sus principios y a sus intereses de
clase, está salvaguardando los privilegios de las clases acomodadas
a costa de los trabajadores de éste país. Su talante es dictatorial
y chulesco, como bien ha demostrado la infame hija del infame Fabra.
Motivos para estar cabreados hay más que de sobra, y por eso cuando
me enteré de que se habían convocado concentraciones de protesta
frente a las sedes del PP, del PSOE y en el Congreso de los
Diputados, no dudé ni un momento en acudir.
Al llegar a la calle Génova me
encuentro con que la policía tiene encajonados a los cientos de
concentrados en la acera, sin permitirles cortar la calle. El clima
es de enfado total, y la gente no cesa de gritar y de silvar. Ninguna
bandera de partidos ni sindicatos. Todo era gente que había acudido
a título individual, convocada por las redes sociales de manera
urgente y sin gran difusión. Un jubilado iba repartiendo carteles
caseros que había estado preparando en su casa en contra de los
recortes. Desde el primer momento me pareció una de las
concentraciones más calientes a las que he asistido últimamente. No
dejaba de llegar gente y al rato era evidente que no cabíamos en la
acera y que dijera lo que dijese la policía ibamos a cortar la
calle. Aunque al principio los antidisturbios reaccionaron poniéndose
los cascos en señal de amenaza, supongo que recibieron órdenes de
permitir el corte del tráfico y pudimos invadir la calle.
Me extrañó mucho ver que a pesar de
la austeridad que predica el gobierno, un helicóptero de la policía
estuviera sobrevolando la zona, a todas luces innecesario (todavía
no soy capaz de entender el motivo), y con el elevado coste económico
que supone.
Los concentrados estuvimos cerca de una
hora cagándonos en la puta madre de quienes suelen ocupar las
oficinas de la calle Génova, y cuando la policía comenzó a
presionarnos les dejamos con tres palmos de narices dándonos la
vuelta y marchando hacia la sede del PSOE en la calle Ferraz. A pesar
de ser una concentración no autorizada, la policía cortó el
tráfico a lo largo de todo el recorrido, y la marcha, que se había
convertido ya en manifestación, encaró la calle Ferraz.
Al llegar allí nos encontramos con un
cordón policial que cortaba el acceso al edificio donde se encuentra
la sede del PSOE. Los manifestantes nos situamos en la calle Marqués
de Urquijo y continuamos con los gritos. Entre los cánticos que se
escuchaban destaco el "Te va a votar tu puta madre"
dedicado al PSOE, y otros dedicados a la policía, en tono fraternal
incitándoles a sumarse a la protesta. Decidí situarme en la primera
línea, frente a la linea represora. Allí me mezclé con un grupo de
bomberos de Madrid que llevaban camisetas con el texto "Bomberos
Quemados", y unas cuantas personas más, que en ningún caso
serían más de veinte, empeñados en cruzar la barrera que la
policía interpuso entre los manifestantes y la sede socialista. Por
momentos llegaron a los empujones y la policía les repelía
amenazando con cargar. Los veinte de siempre increpaban al resto de
manifestantes gritando - ¡Vamos todos, joder! ¡A por ellos! - Y a
pesar de que el resto de manifestantes no tenía el menor interés de
provocar enfrentamientos, y se mantenían a una distancia prudencial,
ellos seguían erre que erre.
Señores, el objetivo de la
concentración, y para lo que fuimos convocados, era protestar frente
a las sedes de los partidos y en el Congreso, y eso era lo que
estábamos haciendo. Nadie quería llegar a la sede del PSOE (que por
cierto estaba vacía) y... ¿Asaltarla? ¿Saquearla y prenderle fuego
después? La impresión que me dió era que los veinte de siempre
disfrutan con los disturbios, liberan adrenalina y los provocan para
divertirse. Yo les propondría que en lugar de aprovechar una
concentración ciudadana, acudan el día de la semana que prefieran a
la comisaría más cercana a su casa y seguro que un grupo de maderos
estarán encantados de propinarles una buena tunda. Ellos me dirán
¿Qué derecho tienes tú a decirnos lo que debemos hacer o a
censurarnos por expresar nuestra rabia de la manera que nos parezca?
A lo cual yo les contesto con otra pregunta ¿Qué derecho tenéis
vosotros a decidir en nombre de 3 ó cuatro mil personas que la
concentración se convierta en una batalla campal?
Creo que desafiar a la policía fue
necesario a la hora de cortar la calle, y lo hicimos. Creo que
desafiar a la policía y enfrentarnos a ella será necesario cuando
nuestro objetivo sea ocupar el Congreso, o cuando traten de
impedirnos utilizar nuestro legítimo derecho a la protesta. Pero en
este caso, ofenda a quien ofenda, hemos cometido el error de permitir
que un insignificante grupo de exaltados camorristas actuara en
nombre de todos. Y no es que me importe lo más mínimo que
Telemadrid lo utilice para desacreditarnos. Lo que realmente me
molesta es que acabemos a la gresca sin ningún sentido, cuando no
era la voluntad de la mayoría.
Compañeros, debemos comenzar a trazar
estrategias, a canalizar nuestra rabia de manera productiva, a
congregar cada vez a más gente, a convencer con argumentos a quienes todavía creen
las mentiras del gobieno. Y cuando tengamos que enfrentarnos al
aparato represivo del Estado, que sea porque podemos ganar.
Salud y lucha!
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