miércoles, 23 de marzo de 2011

Me he apuntado a un club de lectura 1; Underground Memoirs


      Llevo desde los catorce años leyendo sin parar, casi todo lo que cae en mis manos. A rachas me ha pegado por la novela underground, después por el ensayo sociológico y la filosofía, historia... Estuve un par de años sin leer narrativa porque no me interesaba; podía pasar un buen rato con ella, pero lo que buscaba en esa época era aprender. Leer a gente que había pasado toda una vida estudiando una materia y luego me la ponía ahí delante, expresada con palabras que yo podía entender.
      En verdad – ahora lo sé – lo que pretendía era diferenciarme del resto. Ser más que mis compañeros de clase. Poder expresarme con palabras que ellos no entendían y hablar de temas mucho más profundos que sus banales conversaciones de instituto.
      Siempre me había sentido diferente de mis iguales, y eso me había molestado durante mi infancia y primera adolescencia. ¡Sólo quería ser igual al el resto! Me esforzaba en hacer las mismas cosas que hacían los demás, en grupo. Empecé a salir con ellos a las discotecas. Todos disfrutaban frenéticamente con el baile y los estímulos del sexo opuesto. Todos menos yo. Traté de meterme en una tribu urbana y me junté con un grupo de raperos. Me vestía como ellos, escuchaba la misma música y fumaba los porros en el patio trasero de golosilandia. Eso es lo que hacen los chavales con necesidad de pertenecer a algo, de integrarse en un grupo. Pero en mi caso fue inútil. Me sentía estúpido y ridículo vistiendo igual que lo hacían todos los demás. Y la música rap... Por más que me esforzaba no lograba que me gustase. Supongo que mis pandilleros también se dieron cuenta de eso y así la ruptura no fue dramática. Nos separamos de mutuo acuerdo.
      Después de eso decidí aplicar la estrategia contraria. Si era diferente del resto, iba a diferenciarme pero de verdad, por arriba y no por abajo. Excluyéndoles yo a ellos en lugar de que el grupo me excluyese a mí. Y me refugié en la lectura y el conocimiento. No buscaba aprender lo que casi todo el mundo sabía, porque eso no tendría mérito. Yo buscaba aprender las cosas más extrañas, secretas, subterráneas. Poder hablar de escritores, de músicos, de culturas o de religiones que casi nadie conocía. Y así me fui quedando cada vez más aislado con mis gustos, que se iban formando de una manera tan solitaria, ecléctica y anormal que me iba siendo cada vez más difícil compartir con nadie. Sabía cosas que la mayoría ignoraba, y por contra tenía – y tengo – serias carencias respecto a lo que se suele denominar "cultura general".
Leí tanto, y de una manera tan poco estructurada que mi cabeza se llenó de ideas y conocimientos que no pude organizar adecuadamente. Metí la ropa interior en el horno, las pastillas para el dolor de cabeza en el buzón, cada CD de mi colección en la caja de otro, y muchos de ellos, cuando iba a buscarlos me encontraba con la funda vacía, o estaban tan rallados que enloquecía tratando de escucharlos. Todo mezclado. Nada en el lugar que le correspondía. Habitación desordenada. Desorden emocional.

      Y volví a la novela.

      En este momento estoy en una etapa extraña de mi vida. Desorientado. Solo. He perdido casi todo lo que tuve, incluso a mis amigos y a mi familia, que pensé que nunca podrían llegar a apartarse de mí. Aunque lo correcto sería decir que yo los he expulsado de mi lado. Golpe tras golpe acabas hundiendo a cualquiera. No puedo culparles por querer protegerse de mí. Ahora no sé quién soy. Me siento un animalejo incapaz de sociabilizarme, un pusilánime, un viejo que espera el final de su vida, un psicópata peligroso, hipocondríaco y carente de empatía.
       Algunas mañanas me despierto con una energía extraña, que no sé de dónde ha salido pero que me hace levantarme de la cama de un salto. Y me siento grande, fuerte, poderoso. Un genio, tocado por los dioses y llamado a hacer cosas importantes en mi vida. Algo por lo que seré recordado. Esa sensación me dura hasta la hora de comer. Después... Caigo de nuevo en el sopor, me doy cuenta de que para hacer algo grande hay que tener talento y yo carezco casi completamente de ello. Y entonces descorcho la primera botella de vino. Me lío el primer canuto de hierba. Y me precipito, en caída libre, hasta lo más bajo de mí mismo. Quiero dormir, solo eso. Soñar. Pensar en todas las cosas que haría. Soy un hombre de acción, un general, un atracador de bancos, un genial estratega. Pero solo en mi imaginación. Estoy colocado, y por eso, aunque sé que mi vida se va inutilmente, que mi potencial quedará anulado por mi indolencia, no me importa. 
Es lo que tiene el alcohol y la maría. Que cuando estás con ellos nada importa.

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