Lo dijo Hakim Bey en su libro Temporary Autonomous Zone. La revolución trata perpetuarse en el tiempo, mientras que la revuelta es temporal; dura lo que dura y luego se esfuma dejando tras de sí un pequeño poso de cambio en la experiencia de quienes la vivieron.
Siempre a lo largo de la historia las revoluciones consumadas han acabado por pervertirse y reproducir las mismas relaciones de dominación que combatían, con la sola diferencia de algún pequeño cambio de nombres. La revuelta es el verdadero motor de cambio, precisamente porque no pretende perpetuarse; aparece, lo pone todo patas arriba y antes de ser derrotado/asimilado/institucionalizado... Desaparece para reaparecer más tarde en otro lugar y bajo otra forma.
Eso es lo que Hakim Bey llama una zona temporalmente autónoma. La que pilla desprevenido al sistema y le derrota descolocándole, evitando entrar en su juego (cuyas cartas están marcadas) y obligándoles a ellos a correr detrás de nosotros, tropezando constantemente porque están a ciegas.
Las acampadas que surgieron a partir del 15 M son para mí un claro ejemplo de zonas temporalmente autónomas. De donde parecía no haber nada surgió un movimiento sin líderes, horizontal, autogestionado y basado en la solidaridad y el apoyo mutuo. Pilló por sorpresa a todo el mundo. De ahí su éxito.
Pero si la revuelta quiere perpetuarse y convertirse en revolución, fracasará.
Por eso creo que es el momento de poner fecha de levantamiento a las acampadas. Y no verlo como un fracaso (en absoluto) sino como una acción concluída. Hemos ganado una mano al poder. Pero ojo, que manos hay muchas. El sistema ya está pensando en cómo contraatacar y por eso no hay que darle facilidades.
Las acampadas ya no cuentan con el efecto sorpresa. Si continuamos a toda costa veremos su declive y triste final. Corremos el riesgo de confundirnos y entender los campamentos como un fin en sí mismo y no como una acción más dentro de un gran conjunto de ellas.
En cambio hay una serie de cosas que pueden continuar sirviendo como infraestructura para preparar nuevas acciones. En éstos días se ha creado una organización fantástica y seguramente los mismos que la han hecho posible están sorprendidos. Sistemas informáticos, de gestión alimentaria, infraestructuras, legal, difusión... Hay que conservar esa organización y trasladarla a un lugar donde sea viable mantenerla a medio-largo plazo. Las plazas tienen fecha de caducidad. La calle tiene sus limitaciones. Hay que buscar un edificio (y no tener miedo de quebrantar la ley).
La segunda cosa importante son las asambleas, que si se logran trasladar a los barrios y pueblos y hacerse periódicamnete pueden ser una gran herramienta de emancipación de los vecinos.
Nuestra fuerza es la frescura, la imaginación, la originalidad, la rabia, el altruismo... Todas las cosas de las que los poderosos carecen. Utilicemoslas de verdad y no seamos como el músico que logra hacer un buen disco y continúa el resto de su carrera tratando de explotar la misma fórmula.